En una tierra muy, muy lejana, había un joven muy hábil para contar historias. La bruja, que vivía en una vieja mansión en lo profundo del bosque, deseaba monopolizar estas maravillosas historias.
—¿Por qué no te quedas aquí para siempre, haciendo cuentos solo para mí? —preguntó la bruja.
—Muy bien.
Pero… ¿para siempre podrá ser suficiente?