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Neo 2.0 — Capítulo 1, Parte 1

Absolute:  👀 👀


Capítulo 1

MISIÓN: “Sin Especificar”

«Parte 1»

 
La oscuridad penetraba en cada espacio hueco de escombros, ruinas y lo que quedaba en pie de los grandes edificios de cemento destruidos. El aroma a zinc dejado por la balas y esparcido por todo el lugar se combinaba con los fétidos olores que emanaban los cuerpos enterrados de hombres, mujeres y niños; que ya no se podían identificar por las quemaduras que les había carbonizado la piel, también el aroma único de la daltanita se mezclaba en el aire, provocando una atmósfera pesada en aquella ciudad-refugio destruida.
Ni una semana había pasado desde que aquel lugar fue destruido, parecía como si un poderoso explosivo, un gran fenómeno natural o el ataque de un Draknors lo había causado. Pero eso no era así, ni siquiera se acercaba a lo que realmente ocurrió; lo evidente era que las huellas de aquellos monstruos fríos de metal y sin corazón aún estaban frescas en cada rincón de aquel lugar.
Entre esas edificaciones destruidas, escombros de ladrillos, cemento y metal una tenue luz brillaba a lo lejos, tres sombras humanas caminaban tratando de evitar pisar los cadáveres en su camino, eran los únicos además de lo carroñeros, o eso querían creer con todo su ser, mientras sigilosamente avanzaban.
Uno de ellos, el mayor sin una mueca de asombro, preocupación o miedo en su rostro; miraba las expresiones de terror y desesperanza en cada cadáver hallado, ni que los aullidos de los grandes y peligrosos carroñeros a lo lejos lo atemorizasen, no le preocupaban en absoluto. No era solo él quien se mantenía firme ante esas escenas de horror, su compañero de ojos desganados y azules también era inmune a aquella situación.
—¿¡Que mierda les pasa…!? —Pero no era lo mismo para el más joven de los tres— no tienen ni compasión por los niños —sintiéndose asqueado por las escenas las cuales no podía dejar de mirar.
Veía horrorizado los cadáveres de diez niños acurrucados en una pared a medio destruir, sus pieles se encontraba carbonizada, lo mismo que sus ropas, lo más notable eran las heridas de armas láser en sus diminutos cuerpos; solo a unos metros donde el joven de dieciocho años se encontraba. La luz de la linterna que el joven portaba mostraba aquella inocencia perdida en lágrimas y desesperados gritos.
—Arthur, ¿podrías callarte? Puede haber un vigía muy cerca y los próximos seriamos nosotros, —dijo el mayor de los dos hombres— Además, tú quisiste seguirnos con la estúpida excusa de que ya eres un hombre —Dándole un manotazo en la cabeza y susurrando— mocoso estúpido, lo que hacemos aquí es de suicidas —reprochando al joven mientras seguían caminando.
En efecto se encontraban a dos días de su refugio.
Cinco días atrás una gran explosión proveniente del sur remeció la tierra e iluminó el cielo oscuro de la noche, tan fuerte que las señales de aquello habían llegado a sus oídos, del mismo modo el movimiento telúrico. Esperaron dos días para preparar todo lo necesario y realizar su excursión hacia el origen de aquella explosión.
La mayoría de personas que convivían con ellos en el refugio al cual pertenecían, se negaban a salir al exterior. Su mayor miedo era encontrarse con aquellas criaturas de hierro que no tenían rasgos de compasión, ni una emoción o instinto animal, solo asesinaban a todo ser humano que podían encontrar a su paso.
Solo dos personas de aquel refugio eran tan temerarias para arriesgar su vida y realizar actos suicidas sin vacilar o dudar en lo más mínimo, la mayoría de personas en el refugio los respetaba como también una diminuta cantidad de éstas los odiaban.
Estos eran Lux Arqueides y Marx Tailez.
Sus excursiones realizadas para encontrar nuevos recursos alimenticios, armas y otros instrumentos de utilidad para sobrevivir, logrando sobreponerse a todo peligro en sus viajes. Había atraído las miradas de los más jóvenes, en especial la de Arthur que no dudo en unirse a la expedición de aquellos intrépidos hombres.
—Tendré cuidado —dijo el joven con voz desganada.
Arthur nunca había imaginado lo realmente difícil y peligroso que era salir del refugio; caminó dos días seguidos, a veces corriendo para sobrevivir y no ser comido por las bestias de los páramos y montañas áridas que había atravesado junto a esas dos personas. El tiempo para descansar había sido el mínimo de cinco minutos en el trayecto al lugar donde ahora se encontraban, pero todo este esfuerzo seria recompensado, su reconocimiento en el refugio crecería y seria popular con la mujeres contemporáneas, aun así toda esa experiencia había superado sus expectativas.
—Marx, tranquilo. El mocoso entiende perfectamente por qué estamos aquí, y aunque sigue siendo un mocoso estúpido, ha sido muy útil llevando las alcien, nuestras herramientas y el equipaje —dijo Lux Arqueides tratando de abogar por el joven.
Lux Arqueides tenía cuarenta y nueve años, su prominente cabellera oscura y despeinada mostraba algunas imperceptibles canas, una barba que cubría su mejillas siendo uno con su bigote, su deficiente acicalamiento le daba una apariencia muy desgastada y poco atractiva, siendo compensado por aquellos ojos azules vacíos y desganados; observando sin pestañear su alrededor. Además de haber perdido tiempo atrás la mitad de su brazo derecho y siendo remplazado por una prótesis mecánica.
Había llegado al refugio diez años atrás con una niña que actualmente tenía diecinueve años. Rumores recorrían el refugio subterráneo donde vivía, que el venia de un nación más al norte donde aquellos monstruos de metal habían devastado todo a su alrededor y apenas sobrevivieron él y su hija por circunstancias de la vida.
—Sigamos que no tenemos todo el tiempo del mundo —dijo Marx agitando la mano—Escucha, mocoso. No te separes ni un momento de nosotros si quieres llegar vivo —amenazando con la mirada a Arthur.
Marx Tailez tenía cincuenta y cinco años, las arrugas en su rostro eran muy notables, sus ojos negros tenían una mirada fría y perdida, su cabellera negra era larga y llegaba hasta sus hombros, y a pesar de tener más cincuenta años se encontraba en buena forma para su edad, manteniendo una musculatura muy bien proporcionada para un anciano.
Había llegado al refugio unos siete años atrás junto con otras personas, era una persona de pocas palabras y el cual  no hablaba de su pasado. Eran tiempos en los cuales preguntar por el pasado sólo era reabrir una herida llena de demasiado dolor, pero se rumoreaba que él era el único sobreviviente de un pequeño pueblo, como también que él había ofrecido a esas cosas metálicas a sus conocidos y familiares en sacrificio para poder vivir. Pero solo eran rumores de la gente mal intencionados y sin fundamento, que ni siquiera se podían comprobar.
—Está bien… Viejo, lo haré, lo haré, confíen en mí, por favor —mostrando una ligera sonrisa, el joven trataba de ocultar su miedo.
—No te preocupes, mocoso. Solo lo dice por tu propio bien —Lux colocó su mano derecha en el hombro del joven— A veces suelen aparecer algunos por aquí, —emanando una gran aura de confianza— pero ya sabemos cómo manejar esto —volviendo a caminar cautelosamente.
Siguieron caminando entre las ruinas y los escombros de lo que había sido una ciudad humana, ocultándose a cada momento, revisando cada área con el mayor sigilo, levantando cada escombro recogían lo que aun podía servir para uso o consumo, recogiendo armas, alimentos enlatados y vestimenta que no había sido dañada por la explosión de hace unos cuantos días, guardándolos en una pequeña caja de metal conocida como alcien.
Las alcien eran parte del kit de supervivencia, una caja donde se podía almacenar hasta veinte toneladas, ya sea alimentos u otros objetos, sin necesidad de sentir el peso. Dependiendo siempre del modelo o la serie de ésta, pues había alcien que apenas podían almacenar una tonelada como también más de una. Las que ellos tenían apenas se podía almacenar cinco toneladas. Así que eran cuidadosos con lo que recogían, sería tonto llenarse de objetos que no podían reparar en el refugio.
Siguieron caminando, adentrándose aún más al centro de donde había ocurrido la explosión.
Transcurrió una hora sin encontrarse con lo que sea que peligre la vida. El viento silbaba en la clara noche que era iluminada de vez en cuando por la luna azul, las bestias carroñeras que se oían a los lejos ni siquiera se asomaban a degustar los cadáveres en descomposición, ni mucho menos los otros seres racionales habían llegado a investigar.
—¿No te sienta extraño? —preguntó Lux.
Era extraño, habían pasado varios días y los cadáveres que habían encontrado hasta ahora no tenían mordeduras, ni sus miembros estaban desmembrados, ni las aves de carroña habían rasgado la piel quemada.
—Un poco, a decir verdad. ¿No está muy tranquilo este lugar? —Marx miró a su alrededor.
Marx siempre se mantenía concentrado observando sus alrededores sin dejar escapar ningún detalle, manteniéndose en alarma, si un peligro apareciera, sin tomar en cuenta por que las bestias carroñeras no se acercaban; el aroma fresco de la daltanita lo mantenía aún más en alerta.
Aquellas criaturas de metal que mataban indiscriminadamente a los humanos podrían estar cerca, un paso en falso que mostrara a esas cosas su ubicación sería el último.
Lux y Marx lo sabían muy bien, toda esa precaución al moverse estaba adherida a sus instintos, excepto:
—Señor Lux, ¿qué es esto? —preguntó Arthur mientras sostenía un artefacto pequeño y cilíndrico del cual emanaba una luz azul.
—¡Este idiota! —Marx lleno de ira y miedo rápidamente se alejó del muchacho— ¡No te muevas ni un carajo o activaras la mina! —haciendo un ademan dirigido a Lux.
Lux entendió muy rápido la señal, caminando lentamente donde se encontraba Arthur.
—Tranquilo, relájate… N-No, no te muevas, mocoso —Lux se le acercaba cada vez más.
Sacaba de uno de sus bolsillos una extraña varilla que emanaba una luz violeta, encontrándose a unos centímetros de Arthur.
—Bien, bien, bien, no lo haré… pero lo que tengas que hacer, ¡hazlo ya! —«¡Una mina! ¡Voy a morir! ¡Eso es todo! ¡No hecho nada hasta ahora! ¡Voy a…!», Arthur temblaba en su interior.
Aunque se encontraba muy quieto, su corazón no dejaba de latir, sentía que el tiempo se había detenido, su mente se encontraba nublada y llena de pesar, mezclado con miedo. Si Lux no podría desactivar la mina, solo quedarían pedazos de Arthur esparcidos por el suelo, recién había salido del exterior y moriría en su primer intento.
—Arthur, Arthur, Arthur. Oye, ¿qué pasa? — Lux empezó a llamar a Arthur, después de haber hecho lo que tenía que hacer.
—… —Arthur dejo de pensar atraído por la voz de Lux.
Volvió a mirar su mano y ya no estaba la mina, aquel miedo le había hecho perder la noción del tiempo, una lágrima bajaba de su ojo derecho, comprendiendo que aún estaba vivo.
Lo que había sucedido mientras Arthur se encontraba perdido en sus pensamientos y sus miedos, era que Lux había usado una dalneto-varilla, la cual podía desactivar por unos cuantos segundos la energía proveniente de cualquier artefacto que usara daltanita. Tiempo necesario para que el hombre de ojos azules la tomara con su brazo protésico y lanzarla lo más lejos que podía.
—Eh, eh, eh… —Arthur sentía húmedo los pantalones.
El miedo a morir había provocado que el joven de dieciocho años mojara sus pantalones, aun en la noche se podía notar la humedad que había provocado su miedo. El joven se encontraba demasiado avergonzado cuando dirigió su mirada a Lux Arqueides.
—¡Eh, Marx! El mocoso se orinó… se orinó, él muy cobarde —Lux no dejaba de reír.
No dejaba de reír viendo el rostro avergonzado del muchacho, giró a mirar a su compañero de mayor edad al ver que no le había contestado, vio sangre emanando de la boca de Marx Tailez, bajando por su quijada y cayendo lentamente al suelo, aunque no podía créelo entendió por qué no le había contestado.
—¡¡¡Marx!!! —gritó, sus ojos azules no podían creerlo.
Un puño metálico sobresalía del estómago de Marx. Detrás de él, una criatura metálica con unos ojos que brillaban intensamente de rojo, del tamaño de un adolescente promedio, una cabeza redonda que brillaba con la luz de la luna azul, deslizo bruscamente su puño metálico en el cuerpo del hombre anciano.
—… —Lux y el muchacho de dieciocho años no salían de su sorpresa.
La criatura metálica dejo caer el cuerpo de Marx mientras fijaba su atención a los otros dos humanos, y empezaba a dar sus primeros pasos hacia ellos.
Lux salió de su sorpresa al momento que su compañero muerto cayó al suelo.
—¡¡Mocoso, corre!! —gritó, sin más giró, empezando a correr desesperadamente— ¡corre! —alejándose de la criatura de metal y del muchacho.
—¿¡Eh!? —Arthur no sabía cómo reaccionar.
El muchacho no podía creer que el viejo Marx Tailez había muerto. Torpemente giró su cuerpo y con dificultad empezó a correr sin saber hacia dónde dirigirse, esquivando escombros y cadáveres siguió corriendo impulsado por el miedo, escuchando en la lejanía la voz de Lux Arqueides.
—¡¡No mires atrás y corre, mocoso!! —Lux gritaba perdiéndose entre las ruinas de la ciudad destruida tiempo atrás.


Notas del Editor:

¿Y? ¿Qué les pareció esta introducción al mundo de Neo 2.0? ¿A que fue interesante?
Lo que más me sorprendió fue que el autor hace sus propias ilustraciones, me pareció un detalle bastante guay.
En fin, por si aún no pasan por el índice les aviso que el horario de publicación de Neo será los Domingos.
Nos vemos en una semana 😝


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Francisco
Francisco
hace 5 años

Parece piola lo voy a seguir a ver que tal.

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