Kusuriya no Hitorigoto – Volumen 10 – Capítulo 20

Capítulo 20 – Escape

Maomao y los demás escaparon al bosque, escondiéndose cada vez que oían pasos que les perseguían. Sus dos guardias, que hacían también las funciones de cocheros, podían acabar con ellos, pero sólo si sus perseguidores eran pocos. Aun así, ¿cuánto tiempo podrían seguir así?

“¡Yowch!” El brazo del guardia más joven fue cortado durante un enfrentamiento con sus perseguidores. Maomao le curó la herida con un estíptico de hierbas que tenía a mano, antes de vendarle el brazo con sarashi. Aunque sus nervios permanecían intactos, sus movimientos eran significativamente más lentos.

Pero lo más importante era saber cuántos eran. ¿Y se acabaría alguna vez toda esta carrera?

Estamos en un aprieto. Si una plebeya como ella podía darse cuenta de eso, entonces los dos guardias también deberían ser plenamente conscientes.

“Chicas”, le habló el mayor de ellos, con una expresión peculiar en el rostro, “hay demasiadas personas tras nosotros. Y sinceramente, no me pagan lo suficiente por esto. Corran en círculos todo el tiempo que quieran, pero no puedo protegerlas mientras sigamos atrapadas en este bosque”.

Maomao se quedó sin habla.

Cierto.

Aunque consiguieran escapar del bosque, no tenían caballos. Sin apenas comida ni agua, les resultaría igualmente difícil regresar al pueblo anterior. Dicho esto, tampoco era como si pudieran volver a su carreta, y desde luego no podían seguir hasta el siguiente pueblo.

La situación parecía mucho peor de lo esperado.

“Para ser sincero”, continuó el guardia, “es una tontería seguir huyendo así. No soy un hombre biāoshī fuerte. Lo ves, ¿verdad? Sobrevivo por pura poltronería”.

Esto era evidente para ella. Alguien que pudiera prevenir una crisis sería más adecuado como escolta que alguien tontamente valiente.

“… Entendido.” Maomao suspiró. “Sólo para estar seguros, ¿es realmente un no-es posible? ¿Incluso si pago extra?” Tenía la esperanza de que si conseguían un caballo de algún sitio, quizá los guardias huirían con ellos, pero…

Tras intercambiar miradas, los hombres se negaron. “Nuestra apuesta más segura es capturar un par de los caballos salvajes que se reúnen junto al abrevadero. Podemos manejarlos, pero ¿pueden montar caballos sin entrenamiento y silla? No estamos tan seguros de poder quitárnoslos de encima montando a dos”.

Maomao permaneció en silencio, pensando; En ese caso, debería haberme dedicado a montar a caballo. Mejor vivir como un cobarde que morir como un héroe. O mejor dicho, estos dos guardias eran bastante meticulosos. No parece que vayan a traicionarnos y entregarnos al enemigo. Tampoco nos robarán el dinero y nos abandonarán. Los hombres intentaron cumplir con su deber, e incluso cuando resultó imposible, se tomaron su tiempo para explicar la situación.

“… Las dos son todavía jóvenes”, dijo, “y también mujeres. Si las capturan, lo más probable es que las dejen vivir”.

Maomao se quedó sin habla, una vez más.

¿Es probable que nos dejen vivir? No tenía ni idea de lo que les ocurriría, ni siquiera de si los bandidos y los de su calaña trataban bien a sus cautivos. Sus guardias, sin embargo, si eran capturados, serían asesinados directamente.

Así que, después de determinar que más negociaciones estaban fuera de la cuestión, ella dijo: “Muy bien. Sólo una cosa más”.

“… ¿Qué?”, preguntó a su vez el hombre mayor, a pesar de tener la guardia alta.

Sacó un poco de sarashi y lo cortó. “Xiaohong, ¿cómo se llama tu madre?”.

“Yinxing”, respondió la chica.

Su nombre no tiene ningún carácter animal[1], pensó Maomao, pero aun así lo anotó. “Además, ¿me prestas esto?”

“Sí.”

Maomao arrancó un adorno del cabello de Xiaohong. “Por favor, entrega este ornamento a esta persona. Mientras tanto, tu compensación es…” Empezó a rebuscar en el bolsillo de su pecho, donde guardaba un poco de dinero para emergencias, pero apenas llegaba a una propina. Si ese era el caso…

Es una pena, una maldita lástima, pero… Afligida por su inevitable pérdida, sacó una pequeña bolsita. Dentro había unas cuantas perlas, aunque deformes. Quería usarlas en medicina, pero se había quedado sin otras opciones.

“Lo siento”, y con eso, los guardias dejaron a las dos chicas en el bosque. Xiaohong, aferrándose con fuerza a Maomao, observó con pena cómo las espaldas de los dos hombres desaparecían en la distancia. Una niña tan lista debía de haberse dado cuenta de que las habían abandonado.

El problema ahora era…

Maomao inspeccionó la zona. Aún no había rastro de nadie, pero sus perseguidores debían estar cerca, y si era así…

Salió en busca de un gran árbol y cavó un agujero en el suelo. A continuación, se agachó, mezclándose con las hojas caídas.

“… ¿Nos estamos escondiendo?” preguntó Xiaohong.

“Por ahora, nos esconderemos”.

“Nos van a encontrar.”

“Sí, nos encontrarán.”

Era sólo cuestión de tiempo hasta que fueran descubiertos. Aún así…

Momentos después, oyó pasos acercándose, un sonido pesado y pesado. Y en cada mano, vio un arma.

¿Nos matarán para mantenernos calladas? ¿O nos tomarán como rehenes? Maomao no sabía el resultado, ni cómo trataban a sus rehenes, ni siquiera si ellos dos llegarían a serlo.

“Aguanta un poco”, le dijo Maomao a Xiaohong en voz baja, haciendo una bola con su manga y metiéndosela en la boca.

Podía oír murmullos: la gente se acercaba.

Una mirada rápida.

Ese tipo no, pensó mientras los latidos del corazón de Xiaohong aumentaban en sus brazos. Del mismo modo, esta niña probablemente también podía sentir el aumento del ritmo cardíaco de Maomao. A pesar de que ya estaba haciendo frío, se sentía inusualmente afiebrada. Temía que si se quedaban así, el vapor podría escapar y revelar su ubicación.

Ese tipo tampoco. Pasó tan rápido como llegó.

Los bandidos se movían descuidadamente. Antes, las dos chicas estaban huyendo con sus guardias, así que estos ladrones probablemente no esperaban que estuvieran solas, agazapadas en un agujero como éste.

Ahora no, todavía no. Maomao esperó pacientemente. Y entonces…

Un hombre que blandía una cimitarra se acercó. Tenía la cara y el cuerpo cubiertos de espesa cabellera, el pelo de la cabeza despeinado; aparentaba unos cincuenta años y llevaba una capa sucia con algo colgando del cuello.

Es él. No tiene sentido esperar a que venga otro. Aunque no tenía ni idea de qué tipo de hombre era, apostaría por él.

Justo cuando el hombre estaba a punto de pasar junto a Maomao, ella se levantó.

“¡Tú!”, dijo el hombre, pero ella mantuvo la boca cerrada.

Apretó su cimitarra contra su cuello.

Mantén la calma. Mantén la calma. Sin tiempo para que la sangre se derramara, Maomao abrió la boca.

“Oh Señor, ¿están tus ojos sobre nosotros?”

Un solo verso de las escrituras extranjeras que Chue le había enseñado anteriormente, recitado con fluidez, sin morderse la lengua.

Maomao dirigió al hombre una mirada severa (podría decirse que fulminante) mientras su corazón se aceleraba y sus piernas estaban a punto de temblar. Pero se negó a dejar que eso se notara. La atención debía centrarse en lo imponente que era (o intentaba ser) al elegir el engaño.

“… Bien”. El hombre bajó su cimitarra, su voz indicando su resignación.

… ¿Ha valido la pena mi apuesta?

Sentía que sus piernas iban a ceder en cualquier momento, pero aún así tuvo que mantener su fachada.

“Si tan sólo fueras un infiel”, dijo, “podría haberme deshecho de ti rápidamente”.

Eso era malo.

Muy malo.

Maomao echó un vistazo al collar que llevaba el hombre al cuello. Un simple bloque de madera colgaba de una correa de cuero, y en él estaba grabado el mismo diseño, uno visto anteriormente en cierto libro de escrituras que ella había utilizado para matar el tiempo.

Y la iglesia del pueblo compartía la misma religión que aquel viejo libro.

[1] El nombre 銀星 (lectura: Yinxing | lectura japonesa: Inshin) está formado por los caracteres de plata y estrella.

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