Memorias
Duerme bien, duerme bien, duerme bien por hoy.
Seguiré sosteniéndote en mis brazos, así que duerme bien.
Terminé la canción de cuna, y la habitación está llena de tranquilidad. Había más de treinta niños durmiendo en la sala de siestas del jardín infantil. Los niños dormían tranquilamente en la habitación, los niños dormían con los pies extendidos de las mantas, los niños se chupaban los pulgares como un gato mientras dormían; puedo determinar su personalidad por la forma en que dormían.
—Dios mío, te vas a resfriar.
Hay un chico revelando su lindo ombligo. Le ajusto la ropa y le cubro con una manta. Los niños humanos son muy débiles; la gestión de sus condiciones es una necesidad.
Las luces brillantes brillaban a través de los huecos de las cortinas, y la brisa primaveral sacudía las ramas afuera. Sentí el viento de la vida. Es una primavera en la que cualquiera dormiría.
“Buen trabajo”.
Una mano me dio una palmadita en el hombro. Levanté mi rostro y vi una cara amable.
“Muchas gracias, director.”
“Ve a descansar”.
“Sí. Muchas gracias por su preocupación.”
El director se fue, y yo me quedé atrás para observar el rostro dormido de los niños. Había algunos que revelaban sus vientres, otros que lloraban mientras mojaban la cama. Todavía no podía apartar la vista de ellos; lo más importante es que esta vez me encanta. Tan sereno, tan pacífico; es el mejor momento para mí, como si todo estuviera cubierto de amor cálido.
Los niños duermen tranquilos, con miradas inocentes en sus rostros.
Miradas inocentes, sin duda alguna.