El señor demonio regresado es amable: Capítulo 38

—¡Dos jarras de cerveza y dos trozos de carne de conejo, por favor! —gritó Zich tras sentarse en una silla. Hans prontamente se sentó frente a él.

 

—Puedes descansar en el alojamiento si estás cansado —dijo Zich sonriendo, pero Hans negó con la cabeza.

 

La mayor alegría de Hans estos días era tomar un trago después de su entrenamiento. Había aguantado dormir en las montañas y luchar contra los monstruos justamente para este momento. Diga lo que diga Zich, Hans no podía renunciar a esto, y Zich se rió ante la ferviente respuesta de Hans. Antes de que llegara su pedido, apoyó el brazo en el respaldo de la silla y miró alrededor del bar.

 

—Oh, ¿habré visto mal?

 

Zich oyó fuertes voces en la esquina de la sala. Un grupo numeroso había unido varias mesas y estaban riendo y charlando. Uno de los miembros del grupo se secaba las lágrimas de tanto reír y se dio cuenta de que Zich le miraba fijamente.

 

—¡Zich!

 

—Es Sam.

 

Zich lo saludó con una mano.

 

—Ooh, ¿es el amigo de Sam?

 

—¿No es el tipo que nos encontramos la última vez frente a la entrada de la mina?

 

—Ah, es el tipo que atrapa a los monstruos y garantiza nuestra seguridad.

 

—¡¿Cómo?! ¡No podemos dejar de lado a semejante hombre!

 

—¡Por supuesto que no! ¡Como hombre de las minas, si no le sirvo un trago, mejor me corto las pelotas!

 

Los mineros hablaron y se reunieron alrededor de la mesa de Zich. A continuación, unieron a la fuerza la mesa de Zich a las de ellos.

 

—¿Eh? ¿Ah?

 

Desconcertado, la cabeza de Hans daba vueltas; en comparación, Zich parecía estar disfrutando y siguió los movimientos de los mineros.

 

Y…

 

—¡Salud!

 

—¡Salud!

 

Más de diez vasos chocaron en el centro, y Zich se llevó la cerveza a la garganta. El ángulo de su vaso de cerveza se arqueó profundamente, pero Zich no se despegó. Pronto, la cerveza tibia desapareció del vaso con un solo trago.

 

—¡Aah!

 

Dejando escapar un refrescante aliento, Zich estrelló el vaso de cerveza sobre la mesa. Todos los mineros se rieron al verlo.

 

—¡A la…! Te ves delicado, pero ¡tu forma de beber demuestra que eres todo un hombre!

 

—¡Por supuesto, es mi amigo! ¿Acaso creen que me haría amigo de un cualquiera? —exclamó Sam mientras rodeaba con sus brazos los hombros de Zich. Hans observó asombrado el espectáculo ruidoso y vulgar pero vibrante que tenía delante. Zich reía y cantaba con su vaso de cerveza en alto, encajando perfectamente con los mineros. ¿Quién iba a pensar que era el sucesor de los Steelwall no hace mucho tiempo?

 

—En comparación, mírenlo. Su compañero no parece estar disfrutando, ¿eh?

 

—¿D-Disculpe?

 

Uno de los mineros entabló conversación con él, y Hans le respondió torpemente. El rostro enrojecido del hombre le miró fijamente.

 

—Qué aburrido. ¿Cuál es tu relación con el amigo de Sam?

 

—Es mi sirviente —respondió Zich—. Sean comprensivos, por favor. No sabe cómo encajar con el humor de otros al haber vivido un tiempo sin interactuar con el mundo exterior.

 

No parecía adecuado que un exaristócrata como Zich dijera esto, pero Zich encajaba tan bien con los mineros que Hans no pudo decir nada.

 

—Espera. Creía que no era más que tu compañero… ¿es tu sirviente? ¿El amigo de Sam es en realidad alguien de alto estatus?

 

Pese a decirlo, el minero no terminaba de creérselo. Su voz estaba llena de picardía.

 

Zich respondió con una sonrisa—: Fufufu, tal vez. Puede que sea el hijo de un “gran señor” que huyó de su casa después de que sus sentimientos fueran heridos, ¿sabes?

 

—¡Eh! Ese gran señor no debe ser un noble. ¡Hacerse pasar por noble supone la pena capital! —dijo Sam mientras reía. Todos los demás mineros y Zich se rieron del mismo modo. Sin embargo, Hans, que sabía la verdad, no pudo reírse.

 

La fiesta de la bebida continuó así durante mucho tiempo. A medida que iban sirviendo y bebiendo, una gran cantidad de cerveza desaparecía. Por si fuera poco, como Zich se ofreció a pagar una gran suma, el ambiente de la fiesta se disparó varios niveles. Todos hablaban estando alegres.

 

En ese momento, alguien se acercó cuidadosamente a Zich.

 

—Hola…

 

—¿Sí?

 

Zich se quedó mirando a la persona; era una cara conocida.

 

Debe ser el minero que admira a los aventureros.

 

—Hola. Nos conocimos hace unos días…

 

—Sí, lo recuerdo. Dijiste que te llamabas Snoc.

 

La cara de Snoc se iluminó.

 

—¡Sí, sí! ¡Soy Snoc! ¡Te has acordado!

 

—¿Dijiste que querías oír sobre mis viajes?

 

—¡Sí! ¡Mi sueño es convertirme en un aventurero! ¡Quiero vagar por este vasto mundo sin un destino en mente y viajar a donde me apetezca! ¡Quiero explorar lugares misteriosos, conocer a compañeros extraordinarios, encontrar ruinas antiguas y…!

 

Snoc escupió palabras sin parar. No era una historia muy importante; era simplemente una historia sin un ápice de realidad como las de los libros de cuentos infantiles, llenas de romanticismo y aventuras. Y mientras Snoc hablaba, sus ojos expectantes no se apartaban de Zich.

 

Sin embargo, en lugar de Zich, fue Hans quien le hizo una pregunta a Snoc.

 

—¿Por qué tienes tantas ganas de viajar? Viajar no es tan onírico como dices.

 

Al verse obligado a realizar este viaje, la voz de Hans era una mezcla de rabia contenida. Quizá Hans estaba más enfadado porque veía a su yo del pasado en el hombre que idealizaba viajar por el mundo.

 

Snoc no pudo responder inmediatamente. Echó un vistazo a su alrededor; tras asegurarse de que nadie estaba interesado en la conversación, confesó sus verdaderos sentimientos.

 

—… Detesto las minas. —Lo dijo en voz baja, pero su tono estaba impregnado de varias emociones—. Detesto tener que seguir picando en un lugar sin un solo rayo de luz, en un espacio sofocante y con nubes de polvo volando por todas partes. Cuando enderezo la espalda para contemplar el entorno, lo único que veo es una pared negra y rocosa. Cuando miro a mi alrededor, mi mente siempre piensa que… —dijo Snoc con ojos melancólicos— los hoyos que he cavado serán mi tumba.

 

Al pensar esto, Snoc sintió que un escalofrío le recorría la espalda.

 

—¿Otra vez con eso?

 

Escuchó una voz llena de incomodidad. Estaba mezclada con un poco de embriaguez, pero su pronunciación indicaba que no estaba completamente borracho.

 

—… Sam.

 

Snoc bajó los hombros y Sam se dio la vuelta. Como si hubiera escuchado toda la conversación, Sam parecía una madre cuando descubre a sus hijos causando problemas.

 

—¿No te dije que te dejaras de tonterías? ¿Cómo alguien como tú podría ser un aventurero?

 

—¡A q-quién le importa lo que yo quiera hacer! —protestó Snoc, su carecía de fuerza.

 

—Sí, ojalá fuera así. No me habría importado qué hicieras con tu vida si no fuera por la petición de tus padres.

 

Sam posó una mano sobre la cabeza de Snoc y lo hizo volverse.

 

—Agh, ¡basta ya!

 

Snoc agitó la mano y forcejeó, pero no pudo escapar del firme agarre de Sam. Además de ser diez centímetros más alto que Snoc, Sam era mucho más fuerte.

 

Son como hermanos.

 

Zich pensó que parecían un par de hermanos, donde el mayor intentaba evitar que su hermano menor actuara impulsivamente. Según su conversación, parecía que no estaban emparentados por la sangre, pero habían crecido como hermanos desde que eran jóvenes.

 

—Entonces pues, ¿quieres escuchar historias sobre mis viajes? —dijo Zich.

 

—¡Oye! ¡Zich!

 

Sam intentó cortar las palabras de Zich, pero en contraste, los ojos de Snoc brillaron.

 

—¡Sí!

 

—Si es solo eso, no tengo mucho problema.

 

—¿De verdad?

 

—Por supuesto. Ni siquiera es muy difícil. Es más, valoro la importancia de los sueños de los demás.

 

Los ojos de Zich se curvaron. Por su expresión, parecía que Zich iba a explicar su historia en detalle e incluso a recrear algunas partes, pero por alguna razón, Sam sintió un escalofrío en la piel.

 

—Pero tú también tendrás que asumir la responsabilidad.

 

—… ¿Responsabilidad?

 

—Sí, responsabilidad.

 

Zich recalcó sus palabras frente a Snoc, cuyo rostro se endureció un poco.

 

—Puedes conseguir lo que quieras en el mundo exterior: hermosos paisajes, cielo azul y libertad. Si tienes suerte, salvarás a la gente de los bandidos o de los monstruos y serás tratado como un salvador. Incluso podrías conocer a una bella dama en medio de todo esto.

 

Era un sueño con el que todo el mundo soñaba al menos una vez en la vida.

 

—Pero eso es solo si cuentas con las habilidades necesarias. Además de la libertad y los sueños, el mundo exterior está lleno de peligros. Aunque pueda sonar un poco fuerte, tú no pareces tener ese tipo de poder.

 

Los brazos de Snoc parecían firmes y musculosos. Sin embargo, se hicieron mediante el trabajo duro y no eran aptos para la batalla. Además, no era un sueño que se pudiera alcanzar simplemente con ser musculoso.

 

—Pero tampoco quiero decirte que hagas esto o aquello con tu vida. ¿Preguntabas por historias sobre viajes al exterior? Puedo contar todo lo que quieras. No es tan difícil. Podrías salir y ser un aventurero después de contar mis historias, pero eso no es de mi incumbencia. Tampoco es de mi incumbencia si te conviertes en la comida de un monstruo en un camino montañoso sin nombre. Eso no hará más que sumarse a todas las cosas que ocurren comúnmente en algún lugar de este mundo.

 

Zich sonrió ampliamente, pero nadie, incluidos todos los que se detuvieron a escuchar las palabras de Zich, sonrieron con él.

 

—Vale pues, ¿debería empezar con mis historias de viajes? Descuida. Aunque no ha pasado mucho tiempo desde que comencé mis viajes, es posible que algunas de mis historias te resulten interesantes.

 

Zich corrigió su postura para empezar a contar su historia, pero Sam le detuvo.

 

—Con eso es suficiente, Zich.

 

Tras ello, se acercó a Snoc con una mirada severa.

 

—¿Lo ves? Eso es lo que dice un viajero que realmente ha salido de la ciudad. ¿No te lo he dicho siempre? Los aventureros con los que sueñas solo existen en los cuentos.

 

Snoc colgó la cabeza. Al ver su rostro abatido, la expresión de Sam se suavizó. Entonces, como un hermano mirando a su hermano menor, comenzó a consolarlo en voz baja.

 

—Al margen de lo que dices, el trabajo que hacemos es vital para el reino. No es inferior a ningún otro trabajo. Incluso la paga es buena para plebeyos como nosotros. Tu padre también se dedicó a la minería. Ya deja de pensar en otras cosas…

 

—No.

 

Fue apenas audible, pero había firmeza en su voz.

 

—Snoc, tú…

 

—Voy a salir de la ciudad sea como sea. No quiero seguir con este trabajo aún si luego termino muerto. ¡No quiero vivir como mi padre!

 

¡Pam!

 

Snoc golpeó la mesa y se levantó. Su silla hizo un fuerte ruido al rodar por el suelo, y Snoc salió corriendo del bar.

 

—¡Eh, Snoc! —gritó Sam, sin poder detener a Snoc. La puerta del bar crujió y respondió por Snoc, quién no regresó—. Por dios, este chico…

 

Sam se levantó bruscamente como si fuera a perseguirle, pero volvió a sentarse. Enseguida, dejó escapar un gran suspiro.

 

—Es bastante testarudo —comentó Zich—. La mayoría de la gente se rinde cuando se da cuenta de la verdad. Incluso si no lo hacen, se limitan a reprimirlo en sus corazones y no responden así.

 

—Discúlpame. Él sigue actuando así por más que lo regañe muchas veces.

 

—No es necesario que te disculpes. No puedo decir que no era mi intención, pero no es que haya dicho nada que no creyera. No me importa lo que le pueda pasar.

 

—… Qué distante.

 

Sam esbozó una sonrisa amarga. Aunque a veces estaban en sintonía, Zich decía muchas palabras frías como ahora.

 

¿Será un rasgo de los aventureros…; no, más bien, de los viajeros?

 

Si ese era el caso, Sam no podía dejar que Snoc se aferrara aún más a sus sueños. Sin embargo, había un rincón de su corazón que quería defender a Snoc.

 

—En realidad, él…

 

—Ya está, Sam —interrumpió Zich—. Aun conociendo la situación o los antecedentes de Snoc, eso no cambia mi respuesta. Así que no hace falta que digas nada. Para empezar, ni siquiera estaba interesado.

 

—… ¿Todos los viajeros son como tú?

 

—Déjame pensar… Tampoco me interesan los demás viajeros, así que no lo sé. Bueno, probablemente no sean todos iguales. Quiero decir, basta con mirar a los mineros. Tú y Snoc son dos personas con pensamientos completamente diferentes.

 

—Eso es cierto.

 

Aunque los dos eran mineros, Snoc y él tenían puntos de vista completamente diferentes; esto también debe ser cierto para los viajeros.

 

—Pero como eres mi amigo, no te preocupes. No se puede hacer nada si te castigan después de cometer un crimen, pero si mueres una muerte injusta, te vengaré.

 

—Gracias por eso.

 

Sam sonrió y chocó su vaso de cerveza con el de Zich.


Índice

5 6 votos
Calificación
Suscribirse
Notificarme de
guest

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

1 Comentario
Más antiguos
Más nuevos Más votados
Retroalimentaciones en línea
Ver todos los comentarios
tp_shin
tp_shin
hace 2 años

Tremenda death flag esa última frase. Gracias por el cap

1
0
Nos encantaría conocer tu opinión, comenta.x