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El señor demonio regresado es amable: Capítulo 18

Segundo capítulo de la semana.

—¿Sr. Z-Zich?

 

La voz de Lubella tembló al pronunciar el nombre de Zich.

 

Su apariencia seguía siendo cegadoramente bella. Sin embargo, su aspecto era completamente diferente al de hace unos días. Su pelo rubio y brillante estaba gris por el polvo, y su piel limpia estaba ahora cubierta de suciedad y barro. Sus ropas, que antes la hacían parecer divina, estaban ahora rasgadas y sucias, por lo que no parecían mejores que las de un mendigo. Su estado actual no indicaba en absoluto que fuera una sacerdotisa de Karuwiman.

 

—Se ve miserable.

 

—¡Ugh!

 

Lubella se mordió los labios ante las palabras de Zich.

 

Se levantó lentamente y le entregó algo a Zich. Era un bastón blanco con una joya azul semitransparente. Probablemente era una herramienta que ayudaba a aumentar la divinidad, pero al igual que su dueño, el bastón también estaba sucio.

 

—A juzgar por tu reacción, también debes saber que te buscan en estos momentos.

 

—… ¿Cómo fuiste capaz de encontrarme?

 

—Tengo confianza en mis instintos. Sentí una presencia similar a la suya, lady Lubella, temblando dentro de este callejón, así que vine a verificar.

 

Zich era increíble en lo que a detección respecta.

 

Hans e incluso Lubella se sorprendieron. Hans miró a Zich como si fuera un monstruo. Lubella, por otro lado, calmó rápidamente sus emociones.

 

—¿Vas a entregarme?

 

No había fuerza en su voz, pero la luz de sus ojos indicaba que no se dejaría arrastrar sin luchar.

 

—¿Me creería si le digo que no lo haré?

 

Lubella no fue capaz de responder.

 

Una silenciosa tensión se producía entre ellos cuando de pronto…

 

¡Grur!

 

Un enorme sonido surgió del estómago de Lubella. Como nadie estaba hablando, el sonido del estómago de Lubella sonó como un trueno. Las mejillas de Lubella comenzaron a sonrojarse.

 

—… Comamos algo primero.

 

Lubella no dijo nada por unos momentos, pero al final asintió.

 

* * *

 

Si bien Zich decidió llevarse a Lubella con ellos, eso no cambiaba el hecho de que era una persona buscada, acusada de graves delitos como el “asesinato del teniente de alcalde” y de “lanzar una gran maldición sobre Porti”.

 

Zich ordenó a Hans que volviera antes que él.

 

Hans miró a Lubella y a Zich con preocupación en los ojos, pero pronto se marchó llevando una antorcha. Los dos esperaron a que pasaran unos minutos más, el silencio transcurría entre ellos hasta que Lubella comentó—: … No me has preguntado nada.

 

—Tengo pensado preguntar, pero solo después de que salgamos de esta situación.

 

Zich levantó la cabeza y miró al cielo. Afortunadamente, la luna y las estrellas estaban cubiertas por nubes como los últimos días.

 

—Hora de moverse.

 

—¿Ya? ¿No sería mejor esperar un poco más?

 

—No hay problema porque no hay mucha gente caminando por la noche estos días. Todo es gracias a la “bruja Aine Lubella”.

 

Lubella fulminó a Zich con la mirada, y este se encogió de hombros como respuesta. Salieron con cuidado del callejón. Lubella comprobó nerviosamente si había gente en los alrededores.

 

—… No veo nada.

 

La ciudad estaba tan oscura que era imposible percibir incluso objetos cercanos. En esta situación, era difícil ver el camino hacia su destino, y era fácil recibir muchas heridas por chocar con edificios u objetos al azar. Normalmente, Lubella habría utilizado sus poderes sagrados para ayudar a su vista, pero no tenía suficiente energía por haber pasado hambre y no haber dormido en los últimos días.

 

De pronto, algo agarró la mano de Lubella. Era áspera y grande, pero era una mano cálida.

 

—Me haré cargo de la mayor parte de la guía. Por favor, ten cuidado siguiéndome.

 

Lubella miró en silencio la mano de Zich y respondió—: De acuerdo.

 

Zich concentró su mana en los ojos. Con este control, la vista completamente opaca frente a él se hizo visible. Zich comenzó a guiar a Lubella hacia su destino. Afortunadamente, el viento soplaba con fuerza, por lo que no tenían que vigilar sus pasos. Sin embargo, como Lubella estaba prácticamente ciega, sus pasos eran lentos.

 

—¿Has concentrado tu maná en tus ojos?

 

—¿Sabe sobre eso?

 

—He visto a los caballeros sagrados hacer algo similar.

 

Con este comentario, Lubella dejó de hablar. Probablemente estaba pensando en los caballeros sagrados que la habían protegido. A juzgar por su reacción, probablemente no estaban en una buena situación.

 

Probablemente estén todos muertos.

 

Zich tampoco dijo nada y siguió guiando a Lubella.

 

—¡Shh! —susurró Zich a Lubella.

 

Lubella instintivamente puso las manos sobre su boca, y Zich se movió cuidadosamente mientras la guiaba. Después de dar unas cuantas vueltas por el callejón, se pegaron estrechamente a la pared.

 

¡Clac! ¡Clac! ¡Clac!

 

Los ojos de Lubella se abrieron de par en par al oír el sonido de metal traqueteando. Probablemente era uno de los guardias de seguridad de la ciudad. Desde la distancia, unas tenues luces iluminaron el callejón. Las luces parecían linternas que buscaban su paradero, así que Lubella se movió con cautela paso a paso hacia una zona alejada de la luz. La luz brillante comenzó a atenuarse a medida que se alejaba lentamente. El sonido del metal tintineante también se desvaneció.

 

¡Uf!

 

Cuando todas las luces y sonidos desaparecieron, Lubella dejó escapar un suspiro de alivio.

 

—Vamos.

 

—Sí.

 

Zich agarró a Lubella y empezó a guiarla de nuevo.

 

* * *

 

El lugar al que llegaron era el alojamiento de Zich. Desde el interior se filtraba una tenue luz, y Zich podía sentir la presencia de alguien en el primer piso. Esto significaba que no podían usar la puerta principal, y Zich echó un vistazo al edificio.

 

El alojamiento de Zich y Hans estaba en el tercer piso.

 

—Allí —susurró Zich al ver una ventana de madera cerrada en el tercer piso.

 

—Espere un momento, por favor.

 

Tras decir esto, Zich lanzó una pequeña piedra que encontró en el suelo.

 

¡Pam!

 

Al cabo de unos instantes, la ventana se abrió y Hans apareció a la vista.

 

—Por favor, agárrese fuerte.

 

—¿Perdón?

 

Zich ignoró la pregunta de Lubella y la levantó.

 

—¡Kyaa!

 

Lubella dejó escapar un grito contenido, pero se sujetó fuertemente al cuello de Zich. En este estado, Zich comenzó a caminar hacia las paredes del edificio. En ese momento, trasladó su maná a sus piernas y puso fuerza en ellas.

 

¡Zum!

 

Todo ocurrió en un momento. Con facilidad, Zich saltó al tercer piso. Desde el otro lado de la ventana, Zich vio la cara de sorpresa de Hans.

 

¡Bam!

 

Mientras sujetaba el alféizar de la ventana, Zich se empujó a sí mismo y a Lubella hacia el interior.

 

—¿Están ambos bien?

 

—Estoy bien —respondió Zich a la pregunta del preocupado Hans.

 

—Y-yo también estoy bien.

 

Sintiéndose un poco más aliviada, Lubella contestó un poco más tranquila. Hans también se sintió aliviado tras escuchar las respuestas de ambos.

 

—Me alegro de oírlo. Por el momento, por favor, siéntase cómod…

 

Hans no pudo terminar su frase porque se sobresaltó al ver la ferocidad en los ojos de Lubella. Sus ojos casi lucían enloquecidos. Afortunadamente, no estaba mirando a Hans, sino a un cuenco de comida colocado en una mesita en la esquina de la habitación.

 

—¡Ja! Supongo que no se puede evitar que la santísima sacerdotisa de Karuwiman tenga hambre.

 

—¿Qué? ¡N-no! ¡Yo solo estoy…!

 

Lubella se sonrojó mucho y empezó a buscar excusas. Enseguida, cerró la boca y comenzó a retorcer el cuerpo. Zich pensó que se sentía avergonzada por su comportamiento, pero aun así Lubella parecía no dejar de echarle ojeadas a la comida. Como golpe final, el estómago de Lubella volvió a soltar otro gruñido, haciéndola desplomarse sobre el suelo en rendición.

 

—Deberías comer. Preparamos la comida para ti, a fin de cuentas. Seguramente no debiste tener tiempo para comer mientras huías.

 

 —… Gracias.

 

Aunque quisiera negarse, su estómago estaba tan hambriento que casi se sentía hueco. Mientras temblaba, Lubella se dirigió hacia la comida.

 

—Bien pues, me iré un momento.

 

—¿Qué? ¿Adónde va? —Le preguntó Hans a Zich, que ya estaba a medio camino de la ventana.

 

—Por si acaso, debo dejar una coartada pasando por la entrada principal. Tengo que hacerle creer al dueño del negocio y a los demás que he entrado solo.

 

Zich pasó ambos pies fuera de la ventana y luego volvió la cabeza hacia atrás.

 

—Cuando salte, asegúrate de cerrar la ventana.

 

Con estas palabras, Zich saltó al exterior.

 

* * *

 

Después de asegurarse de que el dueño del local lo viera, Zich se dirigió a su habitación como si no pasara nada.

 

¡Toc! ¡Toc!

 

—Soy yo.

 

Tras llamar a la puerta y hablar, la puerta se abrió sin más. Hans se aseguró de que la persona era Zich, y luego abrió la puerta por completo. Lo primero que vieron los ojos de Zich fue a Lubella, que estaba comiendo. No le habían preparado gran cosa: una simple sopa, pan y algunas verduras. Pero Lubella comía como si estuviera comiendo la comida más sabrosa del mundo; tras unos momentos, la comida desapareció por completo.

 

Lubella bajó la cuchara sólo después de raspar el fondo de su plato de sopa. Dejó escapar un pequeño eructo y cerró rápidamente la boca. Hans se quedó con cara de haber visto cómo se destrozaba su fantasía ideal o lo que fuera, pero Zich le ignoró y se dirigió hacia Lubella.

 

—Vale, ¿ahora podría decirme qué ha pasado?

 

—Antes de eso, ¿podría decirme de los rumores que corren sobre mí en la ciudad?

 

—Eso es bastante fácil: en la ciudad se ha extendido el rumor de que asesinó al teniente alcalde y echó una maldición a Portia. Incluso hay un cartel bien dibujado de se busca sobre usted. ¿Quiere verlo?

 

De su ropa, Zich sacó un papel. Lubella cogió el cartel de búsqueda y lo miró como si estuviera a punto de romperlo.

 

—… ¿De dónde sacó esto?

 

—Lo tomé pensando que tendría curiosidad por su retrato.

 

La mente de Zich era difícil de entender. Hans meneó la cabeza ante los comentarios de Zich.

 

Lubella apretó las manos de modo que los bordes del cartel de búsqueda se arrugaron bajo sus manos.

 

—No es verdad —murmuró Lubella en voz baja—. No soy una bruja.

 

—Primero escuchemos lo que le pasó.

 

Zich se sentó en la silla opuesta a Lubella y se cruzó de brazos. Lentamente, Lubella empezó a hablar:

 

—Después de escuchar lo que le pasó a Sude en la tienda, fuimos a ver al alcalde de inmediato.

 

Gente cualquiera no podía reunirse con el alcalde, pero una sacerdotisa de Karuwiman no era una “persona cualquiera”. Obviamente, podía reunirse con el alcalde si tenía alguna preocupación. Como decían los rumores, se podía decir que el alcalde parecía codicioso con solo una mirada. La grasa bajo su rostro hacía difícil descifrar la posición de su cuello, y sus ojos brillantes se movían fervientemente como si tratara de olfatear el dinero.

 

En cambio, su teniente de alcalde tenía un aspecto más adecuado. Su pelo semiblanco estaba elegantemente echado hacia atrás, y su cuerpo en forma indicaba que era excelente en la autogestión. Bajo sus afiladas cejas, sus ojos omniscientes parecían ser capaces de ver a través de cualquier cosa.

 

—Dijimos nuestras quejas basándonos en las palabras del Sr. Sude. Le dijimos que en esta ciudad se estaba produciendo una incautación ilegal e inmoral. También dijimos que alguien de la familia del alcalde estaba involucrado en esto, y que también había sospechas de que el propio alcalde recibió algunos sobornos.

 

Lubella también incluyó que el alcalde estaba muy sorprendido por sus declaraciones. El teniente de alcalde, por otro lado, no lo demostró abiertamente y pareció mirar al alcalde con desdén. Afortunadamente, por muy codicioso que fuera el alcalde, no era capaz de ignorar una advertencia de un seguidor de alto rango de Karuwiman. El alcalde respondió que iniciaría rápidamente una investigación y trataría de remediar el problema. No obstante, negó rotundamente las afirmaciones sobre la aceptación de sobornos de nadie.

 

Era muy difícil confiar en él, pero como dijo que solucionaría el problema de inmediato, Lubella no tuvo más remedio que dar un paso atrás. Lubella y sus guardias decidieron volver a sus alojamientos por ahora y ver cómo se desarrollaba la situación, pero el alcalde los detuvo en seco. Los invitó formalmente a su casa durante su estancia en la ciudad.

 

—En ese momento, pensé que solo quería estar del lado bueno de Karuwiman y de la iglesia.

 

Tras un momento de reflexión, Lubella aceptó la invitación del alcalde. El propósito de este viaje era ver la forma de vida de diferentes tipos de personas y escuchar una gama diversa de puntos de vista. Hasta ahora, había pasado la mayor parte de su tiempo escuchando a los pobres, a los plebeyos o a la gente de la clase baja; así que pensó que ésta podría ser una excelente oportunidad para escuchar a la gente de la clase alta. Además, también podría espiar las acciones del alcalde.

 

—Así fue como acabamos quedándonos en la mansión del alcalde durante dos días. Durante este tiempo no ocurrió gran cosa. Sin embargo, empezaron a surgir historias extrañas. —El brillo en los ojos de Lubella se agudizó—. Los muertos vivientes estaban empezando a aparecer en la ciudad.

 

Como seguidores del dios divino Karuna, los muertos vivientes eran una existencia que no podían tolerar. Tan pronto se enteró de la existencia de los muertos vivientes, Lubella se dirigió directamente al alcalde. Seguía sintiéndose incómoda con el alcalde y pensaba mal de él, pero no era momento para sentimientos personales. Lubella y los caballeros sagrados le dijeron que ayudarían a patrullar la ciudad, a proteger a los ciudadanos y a expulsar a los no muertos.

 

—El alcalde aceptó nuestra petición. De hecho, agradeció nuestra participación y nos dijo que asignaría un área donde podríamos patrullar. Después de eso, nos dijo que fuéramos a su habitación al atardecer.

 

Al pensarlo de nuevo, las acciones del alcalde fueron sospechosas. Ella tuvo que haberlo notado antes.

 

—Estábamos sin armas porque habría sido una muestra de hostilidad hacia el alcalde mientras estábamos en su mansión. Pero esto resultó ser una trampa.

 

Cuando fueron a su habitación a la hora acordada, vieron al teniente de alcalde tirado sobre el suelo y al alcalde con un libro extraño en las manos. De la nada, un grupo de muertos vivientes comenzó a rodearlos.

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Brian
Brian
hace 3 años

Gracias por el capitulo

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