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El lobo no duerme — Episodio 1, Parte 8

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8

Ha pasado un año desde que Lecan empezó su estancia en la casa Zaidmahl.

Superó en gran medida su mayor obstáculo para vivir en esta tierra: el idioma. Las palabras de Lecan todavía suenan mal para otras personas aun cuando intenta hablar fluido. Sin embargo, como la tasa de alfabetización en este mundo es bastante baja, hay menos gente que pueda hablar perfectamente bien, así que no destaca mucho. Su escritura es pobre y con un vocabulario limitado, pero ha aprendido a leer hasta cierto punto. En este mundo, hay más personas que no pueden leer y escribir que las que sí pueden.

Una pequeña cabaña en el rincón del jardín de la mansión era la vivienda de Lecan.

Las horas de sueño de Lecan son cortas. Esta mañana también se despertó antes del amanecer, corrió por el bosque y cazó dos pequeñas bestias mágicas.

Posteriormente, le enseñó al caballero Ezak a manejar una espada. Recientemente, todos los caballeros y subordinados de la mansión han pedido su guía; la parcela frente a la cabaña de Lecan se ha transformado en un campo de entrenamiento improvisado.

Después del desayuno, él fue convocado a la habitación de la joven señora.

—Buenos días (Haleef), Lecan.

—Buenos días (Haleef), Ruby.

La criada de la joven señora Rubianafal, Gria, agudiza ligeramente la mirada desde atrás de la señora, pero no hay nada que Lecan pueda hacer al respecto.

La mismísima joven señora le dijo que la llamara Ruby. No se le permitió llamarla ni señora Rubianafal (Schera), ni joven señora (La Toile). Aparentemente, Lecan es la única excepción en esta casa, ya que los únicos que pueden llamarla Ruby son su padre, el cabeza de familia, y su hermano mayor que se ha enrolado como caballero en la capital. Sin embargo, la joven insistió en que Lecan la llamara Ruby. No desistió, por mucho que Gria intentara persuadirla a cambiar de opinión. Por lo tanto, él no tiene más opción en este asunto. Aun así, Gria siempre le pegaba la mirada cuando Lecan la llamaba con su nombre de mascota.

Dicho esto, él la llama Ruby solo cuando Gria o la criada Marianka están cerca de ella. Cuando hay otras personas alrededor, ella no le exige que se le refiera de ese modo.

—Tengo algo que quiero pedirte, mi Sr. Lobo (La Geedo).

Lecan junta los dedos de su mano derecha y se toca el pecho izquierdo con ellos. Una señal de consentimiento.

A la joven señora le gustaba mucho este gesto tan exótico.

—Quiero ir al acantilado. Cuida de mí, por favor.

—Sí (Yale). Acataré si Ezak da la orden.

—No hay problema; padre ha dado su permiso. Se lo diré a Ezak después de esto. Y, verás, Lecan. Quiero que hoy lleves tu ropa, no el uniforme. Lleva también ese precioso abrigo.

Lecan vuelve a golpearse el pecho izquierdo con la mano derecha. Es una instrucción curiosa, pero como se adentrarían en un bosque sin gente alrededor, no habrá problemas con cualquier ropa que use.

Lecan volvió a su cabaña, se quitó el uniforme que le habían prestado y se puso el suyo propio. El modesto chaleco negro es un buen artículo hecho de seda de la Araña de Mil Rocas, que tenía una defensa mágica superior. Sus pantalones —que han perdido su color por la suciedad— son también otro fino artículo hecho de materiales raros por las manos de un habilidoso artesano.

Lecan siguió practicando con su espada frente a la cabaña durante un rato antes de que llegara el caballero Ezak.

—Lecan. Tienes un trabajo. Escoltar la carreta de la joven señora. ¿Puedes salir ahora?

—Vale (Yale). Eso puedo hacerlo.

Lecan entró en la cabaña y se puso el abrigo que colgaba en la esquina. Se sentía muy aliviado cada vez que se pone el abrigo. Se siente un poco rígido, probablemente porque ha pasado un tiempo desde que lo usó. Este abrigo está hecho de cuero de Oso Dominante. Es superior tanto en la defensa física como en la mágica. Además, la joya cosida en la sección del cuello está reforzada con el efecto de Restauración automática.

El caballero Ezak se tejió la frente cuando vio a Lecan con su abrigo. Su reacción es natural, pues Lecan no aparentaba ser un escolta de nobles. Sin embargo, fue la propia joven señora quien le pidió que llevara el abrigo.


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