Bueno, ahora sí terminaremos el primero episodio :v
7
Ezak es un caballero que sirve a la casa Zaidmahl.
Ahora mismo pensaba en que debió haber detenido a la joven señora Rubianafal cuando ella quiso ir a mirar el acantilado. En la familia Zaidmahl solo quedaba el actual cabeza de familia, el hijo mayor y la joven señora. El hijo mayor actualmente se encontraba entrenando como caballero en la capital real, mientras que el cabeza de familia no estaría de vuelta en la mansión hasta dentro de tres días. Por ello, tenía que intentar mantener a la señora en casa lo más que pudiera. Sin embargo, según su asistente, Marinka, la joven señora no cederá cuando ya ha tomado una decisión.
Sin más opción, Ezak siguió a la señora junto con otros dos caballeros como su escolta. No quería negarle el deseo de recreación a la joven señora, pues ella rara vez actuaba con malcriadez.
El paisaje del acantilado era espectacular. Él nunca se cansaba de la magnífica vista sin importar la frecuencia con la que la mirara.
Ezak entró en trance, pensando, mientras volvían.
Sobre la habilidad de la señora Rubianafal. Y su vida de ahora en adelante.
Por eso, tardó en responder cuando fueron atacados por un Jabalí de Nariz Curvada (Bambú). Era uno de gran tamaño, pero incluso Ezak podría haberlo derrotado si hubiera estado luchando en buenas condiciones contra la bestia mágica. Sin embargo, la bestia los embistió fuertemente debido a la tardanza en percatarse del ataque.
El caballero Keith se cayó del caballo mientras protegía el carruaje, el subordinado Ura fue herido en la pierna derecha. Ezak se las arregló para asestar varios golpes sobre la bestia, pero se lastimó la mano derecha de atacar mediante ángulos casi imposibles.
«Esto es malo».
Ezak entró en pánico.
Consiguió que la bestia mágica centrara su atención en él, pero no parecía nada probable que Ezak pudiera vencerla. A él no le importaba lo que pudiera sucederle si solo así la joven señora puede escapar, pero la señora en cuestión no estaba dispuesta a tomar esa decisión. El cansancio se le acumuló en la mano derecha tras prolongadas ofensivas y defensivas. Ya no podía mantenerle a raya por mucho tiempo.
«Esto es muy, muy malo».
La creciente agitación de Ezak ocasionó que su mano perdiera precisión. Acabó soltando las riendas al no poder evadir el ataque de la bestia, y cayó al suelo.
El impacto de la caída fue severo, incluso con su armadura de cuero; casi pierde el conocimiento. Cuando a duras penas había logrado levantarse, la bestia atacó de nuevo.
«¡Estoy muerto!».
Ezak estaba listo para partir al otro mundo, pero entonces algo impactó contra la cara de la bestia mágica, deteniéndola.
Fue la saeta de fuego (Bayeaerts) de Marinka.
La bestia mágica volvió la vista hacia el carruaje, mirando a quienes la hubieron herido.
Ezak no podía recordar exactamente qué pasó después.
Una sombra negra.
Esta enorme sombra negra saltó de la nada, desvió a la bestia mágica de embestir contra el carruaje, y entonces cortó la cabeza de la bestia con un solo golpe de su espada.
El hombre no podía hablar en su idioma.
Parecía no entender las palabras de Ezak, así como él tampoco podía entender las palabras del hombre.
«¿Acaso es del norte?».
Se dice que la gente que vive en un gran país al norte tiene caras como de bestia. Ezak no tenía ni idea de qué tipo de lengua se usaba allí, y el hombre que tiene frente suyo tenía un rostro similar al de una bestia.
Solo en pequeñas áreas alrededor de la boca y los ojos se mostraba piel desnuda, pues pelo cubría todo lo demás cercano a estas áreas. Su tono de piel era sorprendentemente pálido pese al fuerte bronceado, que a su vez hacía destacar más su cabello grueso; su nariz era alta; ojos agudos, largos y estrechos —el ojo izquierdo lo tenía bien cerrado, empero—; mentón puntiagudo; y dientes que a la vista parecen filosos.
Sobre todo, el hombre era alto.
Ezak es el más alto del grupo, pero el hombre era fácilmente dos o tres puños más alto que él. Hay quienes pueden rivalizar con la altura de este hombre entre los granjeros y trabajadores del territorio, pero ninguno tenía la ferocidad que el hombre exhibía.
Qué ferocidad tan brutal.
No es que el hombre estuviera enfurecido; no mostraba hostilidad ni intenciones de atacar. Estaba allí parado, tranquilo. Sin embargo, una tremenda ferocidad rezumaba de él con solo estar quieto. Como militar, era algo que Ezak no puede evitar percibir.
Ezak necesitó una considerable cantidad de coraje para hablar cara a cara con el hombre.
El hombre al momento no aparentaba ser un enemigo, pero Ezak no puede dar por sentado qué pasará poco después. No obstante, como el hombre es claramente alguien del que ni en sueños podrían huir, él tenía que averiguar la identidad del hombre y su objetivo en son de proteger a la joven señora.
Dicho esto, Ezak podía sentir que este hombre no haría nada injusto.
Y el motivo es que este hombre ofreció una plegaría a la bestia mágica que mató. Nadie haría algo así. Pues las bestias mágicas son malvadas; una amenaza y la encarnación de la destrucción misma. Ezak quedó muy sorprendido cuando advirtió la acción del hombre, mas no le pareció desagradable. Al contrario, el acto tocó algo en su corazón.
Cuando ese hombre se volvió hacia él, empero, todo su ser tembló; Ezak ni siquiera pudo atreverse a adoptar una postura defensiva.
Ezak se opuso a la idea cuando la joven señora Rubianafal dentro del vagón quiso expresar su gratitud al hombre por haberlos salvado, pero la etiqueta que el hombre mostró en respuesta a la gratitud de la joven señora fue verdaderamente impactante.
El gesto le resultó desconocido a Ezak, pero fue inconfundiblemente refinado e impecable. Este bestial hombre podría ser de hecho un noble de algún país extranjero.
Ezak no objetó con firmeza cuando la joven señora decidió traer al hombre para mostrarle su gratitud.
Muy al contrario, esta fue la respuesta que Ezak dio al cabeza de familia, tres días después de su regreso, cuando le preguntaron sobre sus impresiones sobre el hombre:
—Su destreza como combatiente podría resultar peligrosa; sin embargo, creo que es un hombre que paga favores con favores.