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—Eh.
Morda, el cocinero, le tendió un saco de tela.
Estaba lleno de hojas de grifil.
—Gracias (Narou).
Lecan cogió una hoja mientras le daba las gracias. Se la llevó a la boca y la masticó. El sabor amargo se extendió dentro de su boca. Parece que no se había secado del todo todavía, puesto que advirtió una fuerte sacudida asaltándolo. Pero él, ahora mismo, lo prefería así.
Desanimado; se podría decir que ese era el estado actual de Lecan.
No tenía ganas de hacer nada.
Aunque eso no solo se aplicaba a él. El día después de que la joven señora se largara, el entrenamiento con espada se detuvo por completo. Los sirvientes se tornaron poco comunicativos.
Lecan a lo largo del día se ha sentado bastantes veces sobre esta roca detrás de un árbol, mirando a la vegetación crecer pulcramente. Morda ocupó la roca al lado suyo.
Los dos se sentaron juntos sin decir una palabra, solo masticando un rato.
Lecan sintió una sensación de soledad.
¿Era por su joya se iba muy lejos, o porque la señora Rubianafal hacía eso mismo? Él mismo no estaba muy seguro.
Masticando los bienes de lujo que se habrían vendido a buen precio, Lecan reflexionó sobre la gran bestia.
Su afinidad con ese monstruo fue de lo peor. Para empezar, era un monstruo al que no debería enfrentarse solo y, aun descontando todo eso, sería difícil contenderle de todas formas.
Lecan se especializaba en luchar contra un gran número de enemigos al mismo tiempo en un espacio reducido. Su máximo potencial se desata al luchar contra bestias mágicas en una mazmorra o cuando está rodeado de enemigos en el campo de batalla.
El ojo en la frente de ese monstruo probablemente puede ver maná. Por eso fue capaz de detectar a Lecan entre varios obstáculos.
Dando que el rango de percepción tridimensional está limitado a cincuenta pasos, estaba en seria desventaja contra ese monstruo. Su enemigo tenía al menos dos medios para atacar desde más de cincuenta pasos de distancia. Además de eso, era capaz de rodar por donde más quisiera. Velocidad, alcance y ataque de área; tiene todo lo que él no podía manejar.
Y la piel del monstruo parecía ser bastante dura. No estaba claro si los ataques de Lecan podrían atravesarla.
Quizá logre ganarle si usa el obús, pero Lecan quiere guardarlo para una situación realmente crítica puesto que no tiene forma de recargarlo una vez usado.
Deseaba que Boudo estuviese aquí.
El arma contundente y la habilidad penetración de impacto de Boudo son efectivas contra enemigos con un caparazón exterior duro. Lecan atrae la atención del enemigo, y Boudo lo subyuga. No habría nada que temer contra ese monstruo si pudiera hacerlo de este modo.
Pero Boudo no está aquí. Y no hay nadie más con quien pueda trabajar.
Debía buscar una manera de encargarse con ese monstruo por sí solo.
De momento, probará enfrentarlo una vez más para determinar las capacidades del enemigo. Todo entrará en marcha después de eso.
Lecan escupió la hoja que había perdido su sabor, y se puso de pie.