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El lobo no duerme — Episodio 1, Parte 12

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12

Acostado sobre la cama, Lecan abruptamente abrió su ojo derecho como plato.

Hay un intruso.

Alguien que posee maná.

Inmediatamente se puso su túnica y, después de una leve vacilación, guardó su espada en el almacenamiento, y entonces se dirigió hacia el edificio principal mientras borraba sus pasos.

Pese a estar en la oscuridad de la noche, este intruso avanzaba tras la cubierta de lugares con poca visibilidad como detrás de los árboles y demás. Y a una velocidad remarcable. Así es como trabaja un especialista en asesinatos.

El intruso hubo dejado de moverse en uno de los pilares de la parte delantera del edificio principal. Probablemente esté subiendo por el pilar. Era solo una suposición ya que detección de vida no puede percibir la altitud. Debe estar usando algún tipo de herramienta para subir a ese pilar liso sin nada con que sostenerse.

«¿Por qué está subiendo desde el frente? El actual cabeza de la familia debería estar ubicado en la parte interna del piso superior».

A decir verdad, hay muchas trampas instaladas a lo largo de las paredes que daban hacia la parte interior. Si intentaras escalar en una de esas paredes, esta se desprenderá y te arrojará hacia el suelo. Es algo común para una mansión que pertenece a la nobleza de este mundo.

El intruso se subió al techo. En este momento, Lecan acababa de llegar a la parte de atrás del edificio principal, y se escondió detrás de un árbol.

El intruso instaló un extremo de cuerda en el techo. Teniendo la habitación de la señora Rubianafal justo debajo.

Lecan salió corriendo de su tapadera, y apuró hacia la pared trasera del edifico principal a toda velocidad sin intentar borrar sus pasos.

El intruso notó que Lecan se acercaba. No obstante, titubeó por un momento antes de proceder en su intento de bajar a la habitación de la joven señora.

Unos pocos segundos son suficientes para que un experto asesino pueda entrar desde el techo en la habitación de la joven señora. Aunque Lecan corriera hacia el frente, rompiera la ventana y subiera las escaleras o gritara para llamar la atención, no llegaría a tiempo. El asesino debió haber llegado a esa conclusión.

Sin embargo, Lecan no subió por las escaleras.

—¡Viento! ¡Viento! ¡Viento!

Corrió por la pared con vientos que le impulsaban por detrás. La pared que pisó se desprendió en el camino, pero no le prestó atención y llegó junto al intruso en poco tiempo.

El intruso dio una excelente reacción ante el enemigo.

Su mano izquierda sujetó la soga, mientras su derecha arremetía con una daga.

Lecan sacó su fiel espada del almacenamiento, y cortó la cabeza del intruso a una velocidad cegadora.

Los ojos del intruso, ligeramente visibles, se abrieron de par en par al presenciar una espada apareciendo de la nada. Eran los ojos de una mujer.


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