11
Tres días después, se celebró una fiesta en la mansión.
La joven señora Rubianafal había cumplido catorce años.
Para las mujeres de noble cuna, el decimocuarto cumpleaños tenía un significado especial.
Al comenzar ese día, son consideradas como adultas.
El matrimonio se hace posible.
Un mes más tarde, se le prohibió a Lecan ir al edificio principal. Había un invitado de otra casa de la nobleza.
Aprovechando esta oportunidad, Lecan fue a un lugar lejano, y detectó un intenso punto azul.
Era una bestia mágica.
Una poderosa bestia mágica.
Dado que se hallaba en lo profundo de la montaña —donde nadie se acercaría, en primer lugar— probablemente no representase ningún peligro incluso si se la deja tranquila. No obstante, no hay garantía de que esta bestia mágica no se acerque a pueblos o aldeas habitadas, ni que la gente de estos se acerque al territorio del monstruo.
Lecan se acercó sigilosamente bajo el disfraz de las sombras.
La bestia mágica seguía fuera del rango de percepción tridimensional, así que optó por usar el ojo que le quedaba para mirarla. La longitud de su cuerpo excedía los veinte pasos, la altura excedía los diez; era una bestia gigantesca.
Su espalda —elevada tan alto como una colina— estaba cubierta de espinas como de lanza.
Lecan se agachó, acercándose al usar montículos de tierra como sus cubiertas. Fue entonces que la bestia mágica finalmente estaba dentro del rango de su percepción tridimensional.
Tenía una cabeza pequeña y agachada, con tres ojos. Esta era la primera vez que Lecan presenciaba una bestia mágica de tres ojos. El tercer ojo en la frente era inusualmente grande, y se movía de manera independiente de los otros dos que tenía debajo. Sus seis patas eran pequeñas en comparación con ese enorme cuerpo; probablemente no sea tan rápido en cuanto a movilidad.
Aquel mastodonte estaba devorando una presa muerta.
Lecan titubeó mientras observaba.
«No tengo ni idea de cuáles son sus métodos de ataque o su debilidad. Es peligroso, pero ¿debería intentar contenderle? O ¿debería retirarme aquí y ahora?».
Lecan se concentró en sentir la presencia de la bestia mágica.
«No, esto no irá bien. Intentarlo sería demasiado precipitado».
Justo cuando Lecan hubo decidido retirarse, el tercer ojo de la bestia mágica se volvió hacia él. Pese a que el montículo de tierra bloqueaba su vista, el ojo del mastodonte estaba mirando directamente hacia Lecan. El monstruo, entonces, dejó de darse un festín con su presa y se sacudió todo el cuerpo.
Un escalofrío asaltó a Lecan; inmediatamente saltó hacia atrás sin importarle el sonido que causaría.
Las espinas en forma de lanza sobre la espalda del mastodonte se dispararon. Docenas de espinas aplastaron los montículos de tierra con tremenda fuerza, atacando a Lecan.
Pero un momento antes de eso, Lecan conjuró rápidamente un hechizo.
—¡Viento!
Una ráfaga de viento arremolinada se levantó, llevando a Lecan al cielo. Era la habilidad ráfaga.
Las espinas le rozaron las piernas, cortando los árboles detrás de él. Qué aterrador poder destructivo.
—¡Viento! ¡Viento! ¡Viento! ¡Viento!
Lecan conjuró ráfaga sucesivamente.
La susodicha es una habilidad parar acelerarse y obstruir la movilidad del enemigo; no era una que le permite a uno volar por el cielo. Pero a él no le importaba plantearse eso. Tenía que alejarse del monstruo aún si eso significa usar todo su maná.
Mientras volaba por el cielo, Lecan giró la cabeza y miró a la bestia mágica. El monstruo estaba inhalando aliento. Es una especie de acción preliminar.
—¡Viento!
Esta vez, Lecan invocó una ráfaga que lo arrojó hacia abajo.
El ataque mágico del monstruo pasó justo encima de Lecan mientras caía.
«¿Frío? ¡Esa cosa puede lanzar aliento gélido!».
Tras entrar en contacto con el suelo, Lecan le dio la espalda al mastodonte y se echó a correr. Se encontraba ya a cien pasos del monstruo. Debería ser capaz de escapar sin mayores problemas.
Sin embargo, pensar eso fue muy ingenuo de su parte.
Se oyeron ruidos de árboles rompiéndose detrás suyo. Como si fuera una especie de desastre natural a gran escala.
Mirando hacia atrás, advirtió que el monstruo se había enrollado en forma de bola, rodando hacia él a tremenda velocidad.
—¡Viento!
Lecan corrió frenéticamente, impulsándose hacia delante con el viento mágico. Las ramas de los árboles le arañaron la cara y los brazos, pero nada de eso se registró en su mente.
Después de correr durante un rato, los sonidos del monstruo rodando se detuvieron repentinamente. No hay forma de que una masa tan grande se mueva a esa velocidad usando solo la fuerza de sus músculos; debe haber utilizado maná para rodar. En otras palabras, se ha quedado sin combustible.
Empero, Lecan también se encontraba en el mismo estado.
Después de llegar bastante lejos, se desplomó sobre el suelo. Entonces, empezó a regular su respiración; sacó seis pequeñas gemas de maná del almacenamiento, y absorbió su maná.
Luego recordó la pócima mágica que obtuvo de Zaidmahl; la sacó, y se la bebió.
Sabía horrible. El sabor picante que se entrelazaba en su garganta no se le despegaba. Hay algo malo con el sentido del gusto de los humanos de este mundo si es que podían beber esta cosa como si fuera algo normal.
Incluso luego de tan desagradable bebida, los rasguños en su cara y brazos no desaparecieron. Se preguntó si las pócimas mágicas en este mundo son de acción lenta. Esperó y esperó, pero el efecto nunca se manifestó, por lo que Lecan bebió una medicina de bajo grado originaria de su mundo. Sus heridas empezaron a curarse de inmediato. No se desvanecieron al instante, pero debería estar prácticamente impecable para mañana. Por supuesto, su ojo izquierdo seguirá siendo disfuncional. De haber bebido una poción de alto grado justo después de que su ojo fuese aplastado, este probablemente habría sido restaurado, pero no tenía es cantidad de dinero en aquel entonces.
Aun mientras ponderaba, Lecan vigilaba el movimiento del monstruo con detección de vida.
Aparentemente nunca se adentró hacia el territorio de Zaidmahl; Lecan continuó su vigía durante más tiempo, hasta que por fin decidió regresar al alba.
Había un carruaje aparcado delante del edificio principal. Ningún caballo a la vista. Probablemente estén en el establo.
Era un carruaje bastante lujoso.
Por alguna razón, aquel lujo le hizo sentir algo parecido a una premonición.