①
El estudiante de primer año, Masami Saotome, se enamoró por primera vez cuando tenía quince años. Hasta ese entonces, nunca había abierto su corazón a nadie y solo se mantenía como un «buen tipo» para la gente que le rodeaba. No hace falta decir que este fue un momento decisivo en su vida.
◇ ◇ ◇
—Saotome-kun, ¿estás libre el domingo? —preguntó su compañera de clase, Akiko Kusatsu, poco después del comienzo del segundo trimestre mientras realizaban sus tareas de limpieza después de la escuela.
—No tengo planes.
—Pues, Sachiko tiene unas entradas gratis para el cine, y dijo que deberíamos ir todos juntos. —Akiko tenía piel oscura y pómulos altos. Miró a Masami, esperando una respuesta.
—¿Todos? —preguntó Masami, apoyándose de su escoba. Esto bajó su cara a la línea de visión de ella. Era lato, con una cara que tenía el suficiente encanto para comprarlo con los ídolos del pop. Pero siempre era una persona diferente cada vez, nunca teniendo un parecido fijo.
—¿Conoces a Sakamoto-kun de la clase F? Se juntó con Sachiko y tomó una de las entradas, pero ella está un poco nerviosa por ir sola.
—Entonces, ¿necesitas a un miembro del comité disciplinario como escolta? Conozco a Sakamoto bastante bien, y no quiero ser una molestia.
—Oh, no tienes que… Bueno, tal vez sí —dijo Akiko Kusatsu, sonriéndole débilmente. Era bastante franca con todos los demás excepto con Masami, pero no podía contradecirle directamente, pues ella estaba enamorada. Masami estaba muy consciente de ello y, de forma privada, eso le molestaba. Hasta ahora.
Pero hoy, en cambio, él simplemente le mostró una sonrisa.
—¿De veras? —La cara de Akiko Kusatsu se ilumino—. La verdad es que Sachiko está secretamente contenta de que Sakamoto-kun se lo haya pedido, así que no tengo creo que tengas que intervenir.
—Como sea.
Ambos se echaron a reír.
No se podría decir que Akiko Kusatsu era una chica guapa, pero cuando sonreía junto al mucho más apuesto Masami, ella brillaba como una imagen fija de una telenovela.
◇ ◇ ◇
Cuando los cuatro se reunieron en la estación, parecían ser un grupo muy unido. Se encontraron con el senpai de Masami en el comité disciplinario, Keiji Takeda, quien les echó un vistazo y les preguntó si estaban teniendo «una cita doble». Había claramente un toque de romance en el aire.
La película fue un gran filme de acción de Hollywood, tercera parte de una saga, que no le hacía daño a nadie ni le hacía ningún bien a nadie. La única parte que Masami disfrutó fue un pedazo donde un villano secundario recibió un disparo en el pecho y cayó abatido. Tenía los brazos extendidos hacia los lados y se resbaló para atrás como un patinador artístico. A los ojos de Masami, él se veía ligero y libre.
Salieron del teatro, y un grupo de adolescentes que pasaban por allí los vieron con una mirada asesina. Apresurando el paso, con rostros sombríos, todos llevaban bolsos con grandes bultos cuadrados en su interior.
—¿De camino a ver clases extraescolares? —preguntó Sachiko Noguchi, el instigador de esta noche—. Espero nunca terminemos así.
—Sí. —Akiko Kusatsu asintió. Masami recordó escucharla decir sin mucho pensar que no podía ir a la universidad porque la compañía de su padre estaba a punto de quebrar.
—Eso es de aquí a mucho tiempo. Deberíamos disfrutar mientras podamos —dijo Jun Sakamoto, intentando distraer a Sachiko Noguchi.
—Sí, olvídalo. Vive tu vida. No es como si pudieras vivir para siempre —dijo Masami con brío.
—Oh, mirad. Es Yurihara de nuestra escuela —dijo Sachiko Noguchi, señalando.
Minako Yurihara, segundo año, clase D. Era una de las mejores estudiantes de la escuela y la leyenda dice que constantemente superaba en exámenes prácticos a los mejores estudiantes de clases extraescolares en otras escuelas. Pero no parecía del tipo inteligente. Qué diablos, ni siquiera usaba lentes. En cambio, tenía el pelo largo y liso con el tipo de brillo que ninguna cantidad de tratamiento podría dar. Se ajustaba a su rostro delgado, dando la impresión de una princesa de la era Heian.
Minako Yurihara les pasó por un lado mientras se hablaban susurrando, caminando a un ritmo más lento que los otros estudiantes, y la perdieron de vista de camino a sus clases extracurriculares.
—Vaya relajada que va. Hasta puedes ver el aura de su genio.
—Sabes que ella fue investigada por algunas escuelas preparatorias, ¿verdad? —dijo Sakamoto con una expresión de bien informado.
—¿Hablas en serio? ¿Pueden hacer eso?
Por el alboroto que armaron, jamás habrías imaginado que hablaban de un senpai.
Mientras tanto, Masami se mantuvo callado, sonriendo para sí mismo. Ni siquiera miró a Minako Yurihara.
Habían prometido no mirarse el uno al otro en público.
—¿Alguien quiere ir al karaoke? Hay un lugar cerca de aquí con una gran lista de canciones —dijo Akiko Kusatsu brillantemente. Estaba de buen humor, ahora que salía con su amado Masami.
En el karaoke, Masami escogió canciones pop fáciles de cantar, unas que habían estado de moda hasta hace poco, pero había pasado su punto álgido, y todo el mundo empezaba a hartarse de ellas ahora. Casi siempre cantaba ese tipo de canciones en el karaoke. Prefería una banda americana llamada The Doors, que se había disuelto hace años —mucho antes de que él naciera— cuando el cantante principal murió de una sobredosis de drogas. Pero él nunca se lo dijo a nadie. The Doors no estaban en muchos karaokes, pero nunca los cantó aun si lo estuvieran.
Tenía una buena voz, pero como todos estaban un poco cansados de sus selecciones, nunca parecieron muy interesados.
Siempre aplaudía las actuaciones de los demás, sin olvidar nunca las apariencias. Nunca sobresalía, ocasionalmente era un poco despreciado, pero nunca dio celos a nadie, y nadie se dio cuenta de que los mantenía a distancia.
Compraba bebidas para todos. Las tomaba directamente de la bandeja cuando el camarero las traía e incluso las pasaba por su cuenta.
Puso la bebida de Akiko Kusatsu en sus manos. Nadie le vio dejar caer una pequeña tableta, de unos cinco milímetros de diámetro, en su taza antes de que la entregara. Minako Yurihara había «sintetizado» la pastilla y, tal como había prometido, esta se disolvió rápidamente en la Coca-Cola dietética. Akiko Kusatsu nunca se dio cuenta de nada.
②
La primera chica de la que Masami Saotome se enamoró fue una estudiante de segundo año: Nagi Kirima. Se lo confesó en mayo. Ella lo rechazó con bastante dureza.
—Lo siento, pero no tengo tiempo. —Fue todo lo que ella dijo.
—¿Es… es porque soy más joven?
—No, eso no… Eres normal, ¿no? Yo, en cambio, no soy más que un problema. Gracias, pero lo siento.
—E-está bien. —Estaba mucho menos herido por esto de lo que esperaba. Al contrario, se sintió aliviado de ser rechazado fríamente.
Pasaron dos meses antes de que identificara la fuente de esos sentimientos.
◇ ◇ ◇
—Oye, Saotome, lleva a Kusatsu a su casa. Yo me ocuparé de Noguchi —susurró Sakamoto al oído de Masami cuando se les acabó el tiempo en el karaoke.
—Vale. Buena suerte. —Le susurró Masami.
Cuando los cuatro salieron del local, Akiko Kusatsu de repente proclamó—: Yo… no me siento muy bien. —Su cara estaba blanca como una sábana.
—Eso es una lástima. Será mejor que te lleve a casa —dijo Masami, colocando un brazo alrededor de los hombros de la chica.
—Um, ¡espera un segundo! ¡Saotome-kun! —chilló Sachiko Noguchi, toda nerviosa. Estaba a punto de quedarse sola con Sakamoto.
—Ustedes dos divertíos. No os preocupéis, yo la cuidaré.
—Em, pero…
—Ya lo escuchaste. Déjalo ir —dijo Sakamoto, engatusando. Como los hombres habían planeado, se dividieron en dos parejas. Sachiko Noguchi fue aplastada por las promesas de Sakamoto de que no «intentaría nada».
Después terminó llevándola a un hotel, donde tuvieron relaciones, pero los padres de Sachiko Noguchi se enteraron y su anticuado padre irrumpió en la escuela, localizó a Sakamoto y lo maldijo delante de todos. Pero en todo el alboroto, los dos no tuvieron ni un momento para percatarse de los acontecimientos que siguieron. Habían olvidado por completo que habían estado con Masami Saotome esa noche.
—¡Nos vemos!
—Ya —respondió Masami, ahora que los cuatro se convirtieron en dos.
—Me siento mal… —La voz de Akiko Kusatsu se fue debilitando poco a poco en los brazos de Masami.
Masami nunca dijo una palabra. Simplemente la arrastró como si fuera una pieza de equipaje- El silencio era ensordecedor.
Akiko Kusatsu no estaba en condiciones de ser insultada. Su cara estaba más que pálida; se podían ver los vasos sanguíneos bajo su piel.
Sin más importarle, Masami la arrastró a los caminos secundarios. Todo lo que hicieron fue dejar las luces y el ruido de la calle principal por un estrecho camino lateral, pero estaba tan callado como un cementerio, aparentemente a años luz del bullicio de la ciudad.
Ante ellos había un gigantesco aparcamiento que hubo fracasado en su intento de reabrir y que por lo tanto estaba abandonado. El terreno estuvo destinado a convertirse en un edificio de oficinas, pero el propietario no pudo encontrar clientes y no tuvo más remedio que volverlo un aparcamiento. Por suerte, el propietario había quebrado y ahora era otra de las deudas olvidadas del país.
Masami se metió entre las barandillas de la valla, sujetando a Akiko bajo su brazo. Ella no dijo nada. Ya había dejado de respirar.
La arrastró hasta el séptimo piso del aparcamiento. A esta altura, no había posibilidad de que fueran molestados por los amantes de la adrenalina.
Dejando a Akiko Kusatsu en el suelo, Masami asomó la cabeza hacia afuera. Estaba muy oscuro a su alrededor. Incluso si un humano normal en el suelo hubiera estado mirando hacia arriba, nunca habría podido verle.
Miró su reloj. Era uno digital con una pantalla retroiluminada. A diferencia de los relojes radicales, este tenía la ventaja de no emitir ningún sonido.
Confirmada la hora, asintió para sí mismo.
Mirando a la oscuridad debajo de él, agitó las manos.
Se escuchó un pequeño ruido desde muy abajo, como si alguien empujara una tachuela en una tabla.
En un instante, una forma humana apareció en el aire frente a Masami.
Era una muchacha.
La figura pasó por delante de Masami, entrando en el aparcamiento. Aterrizó justo cuando ocurría el arco del movimiento; no se produjo ningún sonido cuando sus pies tocaron el suelo.
La chica acababa de dar un salto que la llevó al séptimo piso.
Se volvió hacia Masami. Tenía el pelo largo y abundantemente negro pegado a su cabeza y un bolso para clases extraescolares en mano.
Era Minako Yurihara.
—¿Tuviste éxito? —preguntó.
Masami asintió.
—Mira por allá —dijo, señalando el cadáver de Akiko Kusatsu, el cual yacía de lado, inerte.
—¿Esa? La otra chica era mejor —dijo Yurihara, frunciendo el ceño. Su mente no podía estar más lejos de la agitación.
—No realmente. Esta chica tiene amigos por doquier. Muchos amigos de la escuela secundaria —respondió Masami, con una voz carente de calidez.
—Ah, ¿sí? Entonces está bien. Tú sabes más que yo, Saotome-kun. —Yurihara le entregó su bolso a Masami. Lo recibió como un obediente botones de hotel cuyo único trabajo era servir.
Yurihara se agachó delante de Akiko Kusatsu.
—Hmm… Será un desperdicio no comérsela ahora —dijo, con su hermosa cara retorciéndose.
—Sí, pero si la usamos, serás capaz de asimilar cuatro o cinco más en poco tiempo. —Masami soltó una risita—. Esperemos por ahora, Mantícora.
—La sociedad humana hacer que sea difícil moverse —dijo Yurihara la Mantícora, suspirando.
Bajó su cara hasta quedar junto a la de Akiko Kusatsu.
Su pelo largo empezó a estorbar, así que lo sostuvo con los dedos y besó el cadáver con ternura.
Su lengua abrió la boca del cuerpo, forzando una forma gaseosa de la esencia fabricada dentro de su cuerpo en Akiko Kusatsu.
Viendo este monstruoso y siniestro espectáculo que se desarrollaba en la oscuridad, Masami estaba en trance. Como si sintiera placer sexual, su cara estaba aún más extática que la que pondría en el momento de una eyaculación.
Durante treinta largos segundos, Yurihara mantuvo sus labios apretados contra los del cadáver.
Finalmente, se apartó, limpiándose la boca con el dorso de la mano. Sus labios eran de un rojo brillante, pero no por lápiz labial; el color no se le pegó en las manos.
El color de su piel era tan pulcro que parecía estar maquillada, pero ese era también su estado natural. Al momento de copiar a la verdadera Minako Yurihara, ella también había copiado el maquillaje.
—Pronto debería revitalizarse —dijo Yurihara, con una sonrisa de satisfacción.
—Hmm… —Masami parecía dudar. Para asegurarse, pateó el cadáver levemente. Se le movieron los dedos—. Bien.
Poco a poco, todo el cuerpo comenzó a temblar violentamente, como si estuviera encima de una valla eléctrica de alto voltaje.
Y entonces el torso se disparó hacia arriba, como si estuviera sobre un resorte.
Los ojos y la boca se abrieron, y un líquido azul, sin lágrimas ni saliva, brotó de ellos.
—¡Joder! No puedo dejar que eso me afecte —dijo Masami, alejándose del dulce aroma que emanaba del líquido volátil.
—Sí. Para los humanos, funcionará como una droga. No será bueno si tú también te haces adicto, Saotome-kun. —Yurihara se colocó entre Masami y Akiko Kusatsu—. Mírame, chiquilla —ordenó.
La ya no muerta Akiko Kusatsu actuó como se le dijo, girando lentamente su cabeza hacia Yurihara. El flujo de líquido se había detenido.
—Te he otorgado poder. El poder para corromper a los humanos. Úsalo para suministrarme más de ellos.
Para la sociedad normal, las palabras de Yurihara eran impensables, pero la chica previamente muerta asintió con la cabeza.
—Corrómpelos debidamente. Cuando hayan desaparecido, queremos que los humanos aleñados asuman que esta era la siguiente etapa lógica de su reciente mal comportamiento. Incluyéndote a ti misma.
Detrás de ella, Masami asintió con orgullo, como un padre cuyo hijo acababa de responder a una pregunta el día de la visita.
Yurihara susurró:
—No recuerdas nada de lo ocurrido aquí. Te volviste mala por tu propia voluntad…
③
Cinco minutos más tarde, Masami andaba por la calle, nuevamente sosteniendo a Akiko Kusatsu.
—¿Hm…? —Habiendo concluido el hechizo de somnolencia, ella empezó a abrir los ojos—. ¿Dónde estamos?
—Oh, bien. Estás despierta —dijo Masami, alejándose de ella.
—¿Eh? ¿Estaba dormida? ¡No puede ser! ¿Por qué no me despertaste? —Ella intentó ver lo último que su mente recordaba, pero no fue capaz de ver nada. Obviamente, nunca se le ocurrió que había muerto y ahora solo funcionaba como una marioneta, todo gracias al estímulo de la droga.
—Eres bastante pesada, ¿lo sabías? Fue bastante duro estarte sosteniendo —dijo Masami severamente.
Akiko Kusatsu se tornó de color rojo brillante, pero a ella, por alguna razón, no le dolieron tanto sus palabras.
Se separaron frente a la estación.
—Nos vemos mañana en la escuela.
—Sí… No le digas a nadie lo de esta noche. Especialmente a… —Estaba por decir un nombre, pero su voz se apagó.
Sentía que había un chico al que no quería ver en un momento tan embarazoso como este, pero ahora, sin importar cuánto intentara, no podía recordar su nombre o su aspecto.
—¿Especialmente a quién? —preguntó Masami, con una sonrisa de complicidad.
—Hm… No importa. —El amor de Akiko Kusatsu se hubo desvanecido con sus recuerdos.
—Hoy me divertí bastante —dijo Masami amablemente.
Mas ella simplemente respondió—: Ah, ¿sí? —Como si no le importara en absoluto, y le dio la espalda.
Ella sintió que había un enormísimo agujero en su corazón, pero no tenía forma de saber que su voluntad y espíritu se estaban desvaneciendo rápidamente.
Masami se detuvo a ver Akiko Kusatsu adentrarse en la estación, para luego pronto darse la vuelta y volver a la ciudad.
Yurihara estaba esperando en la cafetería de Tristán. Estaba sentada en una mesa al fondo.
—¿Fue bien? —preguntó ella.
Llevaba gafas y tenía el pelo al estilo salvaje. Masami sabía que Yurihara puede controlar su cabello a voluntad, pero estos cambios de estilo siempre llevaban un rato para acostumbrarse.
—Sí, sus emociones ya se están desvaneciendo —respondió Masami. Se sentó, y pidió té de limón y un Mont Blanc para calmar su apetito por los dulces—. Sin saber lo que hace, ella hará que todas sus amigas prueben una droga que ni siquiera ella recuerda haber tomado. Como un sonámbulo en la noche, regurgitará el líquido producido por las células de su cuerpo. Ni siquiera intentará averiguar de dónde viene. Su cerebro se está encogiendo y no puede molestarse en tomar decisiones por su cuenta.
Se vieron el uno al otro, y se echaron a reír.
Desde lejos, parecían una pareja joven, pacífica e inofensiva. Pero Saotome ya había sacrificado las vidas de tres chicas a Yurihara, la monstruosa comehombres conocida como la Mantícora.
Se habían conocido dos meses atrás, justo antes de las vacaciones de verano.
Masami era miembro del club ceremonial del té, en gran parte porque nunca se hacía nada. Había oído que era una buena idea ser miembro de un club en el instituto al llegar la hora de elegir universidades o trabajos. Minako Yurihara también era miembro. Al igual que Masami, ella casi nunca se molestaba en asistir a las poco frecuentes reuniones del club.
Un día, de repente empezó a llover por la noche, pese a que el cielo estuvo azul en toda la tarde. Los caprichos del verano. Masami no había planeado ir a la reunión del club, pero como no tenía paraguas, pensó que podría matar el tiempo en el salón de té. Se dio volvió hacia la caja de zapatos en la entrada de la escuela y volvió al interior.
El club ceremonial del té no tenía una habitación propia; simplemente tomaban prestada una habitación que normalmente se usaba para la orientación de los estudiantes, pues era la única habitación de estilo japonés en la escuela. El patrocinador de la facultad era el subdirector, Komiya, quien estaba demasiado ocupado como para mostrar su cara en las reuniones.
Ese día, la sala se hallaba en un silencio ensordecedor y no había señales de otros estudiantes.
Al lado de la puerta estaba el libro de asistencia del club ceremonial del té. Si tu nombre estaba escrito en él, figurará que habías asistido a la reunión. Aun si vinieras raramente, siempre y cuando tu nombre apareciera en el libro, eras tratado como un miembro activo y podías permanecer en la lista.
Masami abrió el libro y, cuando estaba por escribir la fecha y su nombre, se percató de que ya había una anotación para esa fecha. Alguien más ya estaba aquí.
Minako Yurihara.
—¿…?
Aunque hubiese ido al baño, es extraño que ella no hubiera dejado su bolso. Hasta ahora, Masami nunca había tenido el más mínimo interés en Minako Yurihara. Ella tenía su reputación de bella y con cerebro, pero a él nunca le importó en lo más mínimo. A Masami, así como muchos otros hombres anteriores a él, siempre le había desconcertado la idea de la belleza.
Él ya había perdido su virginidad en el instituto con una chica con la cara repleta de granos, la cual tenía la fama de ser bastante fea. Su relación se mantuvo en secreto, pero menos porque él estuviera avergonzado y más porque no quería escuchar los comentarios de sorpresa que darían los demás sobre el tema. No pensaba en absoluto en salir con una chica fea. De hecho, después de que ella comenzase a salir con él, sus granos desaparecieron y, de hecho, se volvió bastante bonita. Ella pronto lo dejó por otro novio. Pero Masami no estaba particularmente molesto. Para empezar nunca la había amado; simplemente la usó para aliviar su apetito sexual. En su lugar, ella terminó llorando y pidiendo disculpas, a pesar de que había sido su idea romper el noviazgo primero.
Masami ya no recordaba el nombre de esa chica y tampoco podía recordar con claridad el rostro de Minako Yurihara. Sabía que supuestamente era guapa y que sacaba buenas notas, pero eso era todo.
—Senpai, ¿estás aquí? —preguntó, quitándose las zapatillas y posando un pie en calcetín sobre el tatami.
Abrió el shoji que conducía a la habitación interior. Era menos habitación que un almacén de mesas y cojines.
Al momento en que lo abrió, sus cejas pegaron un brinco.
En la parte de almacenamiento, Minako Yurihara estaba boca abajo contra una pila de cojines, con la cara torcida de manera que miraba en la misma dirección que su torso. Su cabeza estaba al revés. Su cuello estaba roto con su columna claramente dañada. Sus ojos estaban abiertos y vacíos.
No se movía… en lo más mínimo.
Estaba muerta.
El primer pensamiento que pasó por la mente de Masami fue el alivio de no haber escrito su nombre en el libro de asistencia. No quería verse envuelto en algo así.
Dio un paso atrás.
Esto le salvó la vida. Una mano con garras afilada cruzó por el aire justo frente a su cara.
Un asesino oculto lo había atacado.
«¿¡Qué…!?».
Miró hacia arriba.
Había una chica desnuda aferrada al techo, con las manos y pies metidos en las grietas entre los paneles de madera. Pensó que era una mujer, mas solo lo asumió porque no pudo ver ningún genital masculino entre sus piernas. Más tarde, se enteraría de que no tenía ningún tipo de genitales.
La chica sonrió.
—Me viste —susurró—. Ahora que me has visto, no puedo dejarte vivir —continuó la chica, diciéndolo como si compartiese una broma. Si no hubiera habido ya un cadáver debajo de ella, él no la habría tomado en serio.
Masami estaba estupefacto. Simplemente se le quedó viendo fijo, inmóvil.
Si él hubiese sido una chica, habría escuchado las leyendas. Habría pensado: «¡Es Boogiepop!».
Ella se movió como el viento. Le asestó una patada a Masami en el pecho, haciéndole volar contra la pared opuesta antes de que advirtiese lo que había pasado.
—¡Ga…! —gritó mientras su estaba se estrellaba contra la pared—. Ugh… —gimió de dolor; estaba a punto de desmayarse, pero en el fondo sabía que no podía dejarse sucumbir a las debilidades de su cuerpo.
Ella soltó una risita al acercarse. Había rastros de barro y hojas sobre su cuerpo. Las montañas detrás de la escuela eran muy profundas. Probablemente se había aventurado a atravesarlas y salir de la escuela.
Parecía un majestuoso animal salvaje; ella cargaba encima una belleza extraña. Una rara intrepidez que él jamás había visto en ningún otro lugar, una distancia establecida que solo se encuentra en cosas que están más allá de la comprensión humana.
Masami solo se le quedó viendo fijamente.
—Qué buen momento. Acababa de pensar que sería mejor copiar a un macho que a una hembra. Tomaré tu forma —dijo, extendiendo la mano hacia Masami.
Como si se hubiera liberado de un trance, él parpadeó un poco, y entonces dijo—: ¿Qu-qué…? —Frunció el ceño—. ¿Copiar?
—Sí. Me convertiré en ti y me mezclaré en la sociedad humana. Nadie podrá encontrarme jamás.
—Vaya. —Su cara se arrugó, pero no porque sintiera desesperación al ver que se acercaba a su muerte. No; lo que él dijo a continuación fue—: En ese caso, sería mucho más efectivo mantenerme vivo. —Se le escuchó un poco molesto por esto.
—… ¿Por qué? —La chica frunció el ceño.
—Oh, es solo que te será más fácil ser la mascota de un profesor y sin amigos, como nuestra pequeña Minako Yurihara. Si intentar tomar mi lugar, la gente notará la diferencia. Me he esforzado por mantener al menos un nivel medio de popularidad aquí. La gente me conoce.
Parecía profundamente decepcionado por esto, porque realmente lo estaba.
Quería morir a manos de algo mucho más poderoso que él. Incluso con Nagi Kirima, él no quería salir con ella; él solo quería que ella lo matase.
Tal era su naturaleza. Y ahora, por primera vez, había comprendido claramente la verdad sobre sí mismo.
No sabía exactamente por qué. Obviamente no había nada fuera de lo normal en su casa y no tenía ningún trauma infantil que afrontar, como el que casi se topó Kazuko Suema. Pero helo ahí, claro como el día.
Una intensa búsqueda de algo parecido a la razón, lo habría revelado como una reacción contra su estilo de vida; una forma de luchar contra su deliberada pretensión de mundanidad. Pero esa era una razón demasiado superficial para satisfacer a un psiquiatra. Gente como Masami, que tenía un fetiche por el suicidio indirecto, no era particularmente inusual.
—¿…? —La asesina desnuda lo miró, desconcertada. Hasta ahora, todos los que la habían visto no hubieron sentido otra cosa más que odio y miedo, pero este chico no mostraba signos de nada ninguno de los esos dos—. ¿Por qué estás tan callado? No te defiendes…, no suplicas… —Ella se descubrió preguntándole.
—Eso es porque te amo —respondió Masami, honesta y sinceramente.
—¿Ah? —Por primera vez en su vida, la chica se quedó atónita.
◇ ◇ ◇
—Tenías razón, Saotome-kun. La forma de Minako Yurihara se ajusta bien a mis necesidades. A nadie le parece extraño que no hable con ellos en clase. Ella siempre fue así, aparentemente —dijo la Mantícora, en la cafetería poco iluminada. Su cara se ajustaba tan perfectamente a la de Yurihara que a todos los efectos ella era Minako Yurihara, pues la antigua dueña de ese nombre se esfumó de la faz de la tierra.
—Me lo imaginaba.
—Las clases en la escuela son como un juego, pero esto de estudiar para los exámenes no tiene ningún sentido. Solo tengo que leer la explicación y puedo entender cualquier cosa.
—Eres mucho más inteligente que la mayoría de los humanos, pues parece.
—Ni siquiera los padres de Minako Yurihara han notado la diferencia. Se comunican con ella con tanta cautela. ¿Acaso todos los humanos son así?
—En su mayoría. Pero ten cuidado. Hay algunos egoístas que piensan que los demás son parte de ellos mismos. Mis padres, por ejemplo.
—¿Quieres que los mate? —sugirió Yurihara con ligereza.
—Aún no. Todavía es demasiado pronto —respondió Masami con la misma ecuanimidad.
—Cierto. Debemos ser cautelosos hasta que controlemos el mundo. —Ella soltó una risita.
—Exactamente —respondió Masami sonriendo.
En ese momento, la camarera trajo el té de limón y el pastel que Masami había pedido. Los oyó hablar de «controlar el mundo», pero supuso que solo se trataba de algún nuevo videojuego.
Ella pensó, sin embargo, que la pareja están que quemaban, y que deberían conseguirse una habitación antes de que empezasen a besarse en el restaurante.
«Se ve que ellos ni siquiera se han graduado, pero ahora estaban actuando como recién casado. ¡Están que se comen el uno al otro¡», pensó la camarera. Ella seguía dolida por una relación previa, así que impacto la cuenta bruscamente hacia la mesa con la mano, y se marchó.
Masami continuó:
—¿Deberíamos hacernos otros esclavos más allá de Akiko Kusatsu?
—Sí; de ser posible, me gustaría tener dos o tres más. Aunque si hacemos más de la cuenta, podríamos terminar llamando la atención… Pero, en algún punto, los necesitaremos a mayor escala. Será mejor probar el proceso ahora.
Su plan era simple: rehacer la sociedad humanos con ellos mismo en el centro. Yurihara ciertamente tenía el poder para hacer de eso una realidad. Podía convertirse en cualquier humano que quisiese y era capaz hacer que cualquiera de ellos cumpliera sus órdenes.
La idea fue de Masami. Se había ofrecido a cooperar con ella, pero cuando ella le habló de sus poderes, él se descubrió frotándose las manos con alegría.
—Podemos usar eso —dijo Masami con entusiasmo.
Cuando ella escuchó su plan, sonó bastante razonable, así que estuvo de acuerdo. Todo lo que había pensado antes de ahora era en su propia supervivencia. Nunca se le ocurrió ponderar sobre el resto del mundo. Y lo más importante: ella siempre ha estado sola. Había sido clonada como un «experimento» y no tenía familia propia. La única persona que le había dicho «Te amo» era Masami Saotome, a quien la sociedad común clasificaría como un lunático.
—Pero debe haber agentes de la «institución» persiguiéndome. ¿Qué deberíamos hacer con ellos?
—De momento, todo lo que podemos hacer es esperar que no te encuentren. Dale un poco más de tiempo, y seremos capaces de luchar.
—¿Y acabar con cualquiera que desee «eliminarme» como un «fracaso»?
—Exactamente. No eres un fracaso. ¡Vas a ser la nueva gobernante del mundo! —dijo Masami con fuerza.
Yurihara posó su mano sobre la de él.
—Eres mi príncipe, Saotome-kun. —El monstruo comehombres acarició la mano de su Mefistófeles, mientras dulcemente susurraba—: Te amo.
Quizás resulte perverso, pero ellos estaban inequívocamente enamorados.
④
Tal como ellos habían planeado, Akiko Kusatsu comenzó a ir con menos frecuencia a escuela. Su familia se estaba desmoronando, y estaba atrasada en el pago de su matrícula, así que nadie pensó que esto fuese antinatural.
Ella engatusó a sus amigas, y Yurihara y Masami se las llevaron. La primera que atraparon fue a Takako Suzumiya, de segundo año, clase F.
Fue fácil llevársela. Ella y sus amigas siempre se reunían en reclusión, y todo lo que Yurihara y Masami tuvieron que hacer fue seguirlas cuando ellas se estuvieran largando, y simplemente derribarlas.
Desafortunadamente, no pudieron alterarlos de la forma en que tenía a Akiko Kusatsu. Murieron, mas no regresaron.
—Pues parece que requiere un equilibrio muy delicado.
—Menos mal que decidimos experimentar primero —dijeron, susurrando en la oscuridad.
Habían estado matando a las chicas de la academia Shinyo y de otras escuelas locales, una tras otra. Para encubrir esto, ellos dejaron algunas pistas falsas para despistar a las autoridades.
Una vez establecido el precedente, el resto del trabajo se desarrolló sin problemas. No había señales de escándalo en la escuela. En la academia, hubo una reunión especial y una conferencia matinal resultante, pero eso fue todo. Los informes de personas desaparecidas se habían presentado probablemente a la policía, pero quedaron enterrados en una montaña de chicas desaparecidas sin relación alguna con ellos, y rápidamente fueron olvidados.
—Esas estudiantes que se escaparon siempre fueron todas unas vagas. —Le dijo el profesor guía a Saotome en la reunión del comité disciplinario.
Esta generalización era tan insensible a las circunstancias individuales de los estudiantes que la presidenta del comité, Kei Niitoki, endureció su pequeño cuerpo y bajó su linda e infantil cara para ocultar su mirada humeante.
A Masami le quedaban unos minutos más, así que escribió lo esencial del comentario en su cuaderno. «La alteración del comportamiento precede a la desaparición». No mostró expresión alguna mientras escribía estas palabras.
Nunca dejó que ni una pequeña sonrisa se le escapara de los labios.
Todo iba exactamente de acuerdo al plan.
Aun así, se mantuvo inexpresivo. Nada de lo que dijeran los profesores y nada de lo que pasara a su alrededor podría cambiar esto. Había matado a cinco personas sin ningún tipo de remordimiento y, helo aquí, todavía actuando como un estudiante cualquiera.
Pero entonces, el profesor declaró—: Por cierto, la infame Nagi Kirima no llegó esta mañana. Aseguraos de vigilarla, ¿me oísteis? Nunca se sabe lo que está tramando esa chica en las sombras.
El frío corazón de Masami se aceleró. No lo manifestó, pero incluso ahora que tenía a la Mantícora, ella llevaba uno de los pocos nombres que podían afectarlo.
◇ ◇ ◇
El comportamiento de Akiko Kusatsu se volvió extraño un mes después de haber sido alterada.
Incluso cuando vino a la escuela, ella se la notaba particularmente fuera de sí.
Cuando alguien le hablaba, ella apenas parecía notarlo, y ni hablar de dar una respuesta.
«… Oh, no».
Masami pensó que Akiko Kusatsu había empezado a descomponerse mucho más rápido de lo esperado.
No podían dejarla así. Ella era claramente una prueba. Si se desmayaba en algún lugar y la llevaban a un hospital, seguramente descubrirían su condición, y la «institución» que hizo a la Mantícora pronto lo averiguaría.
Yurihara se vio obligada a comer a Akiko Kusatsu, y fue así como la primera etapa de su experimento llegó a su fin. Desafortunadamente, aún no había conseguido reclutar a un sujeto con éxito, y esto estaba presionando considerablemente la relación entre Masami y Yurihara.
—¡Maldita sea! ¿¡Por qué no funciona!? —gritó Yurihara, cada vez más nerviosa.
—No hay nada de qué preocuparse. Tendremos muchas más oportunidades.
—Lo sé, pero… —dijo Yurihara, para luego mirar a Masami—. Lo siento. Lo haré bien la próxima vez.
—Deberíamos esperar un poco —respondió Masami con calma.
—¿Por qué? ¡Puedo intentarlo otra vez! —dijo Yurihara casi gritando, su voz resonó claramente en el aparcamiento vacío.
—Ese no es el problema. Estamos llegando al límite de lo que podemos hacer en la escuela. Tenemos que buscar más presas en otros lugares. Pero tenemos que prepararnos. No solamente para más experimentos, sino también para tu suministro de alimentos. Hasta ahora nos hemos ocupado de ambas cosas al mismo tiempo, pero necesitas otras formas de alimentarte, ¿no? —dijo suavemente, con su tono mostrando un marcado contraste con el horrible significado de sus palabras.
Posó su mano sobre el hombro de ella.
—Está bien, haremos lo que dices. —Yurihara asintió obedientemente.
◇ ◇ ◇
El día después de la desaparición de Akiko Kusatsu, Masami se involucró en algo un poco fuera de lo común.
Durante el descanso, estaba regresando de devolver una regla de cálculo que había tomado prestada de la sala de profesores, cuando una profesora llegó volando a la vuelta de la esquina, extremadamente nerviosa.
—¡T-tú! Estás en el comité disciplinario, ¿no? —Ella le preguntó, su cara se iluminó en el momento en que vio a Masami.
—Sí. Soy Saotome, 1-D —respondió Masami.
—¡Gracias a Dios que estás aquí! ¡Por favor, quédate vigilándola! ¡No dejes que se escape! —gritó la profesora, y luego continuó andando por el pasillo.
—¿…? —Masami mostró desconcierto, y se movió hacia donde la profesora había salido. Era el baño del personal.
Como había sido una profesora, asomó la puerta. No le entusiasmaba especialmente el baño de mujeres, pero no dudó en absoluto en sus acciones. Simplemente fue directo hacia el interior.
Pero una vez dentro, se llevó una gran sorpresa.
—Oh, eres tú, Saotome-kun —dijo Nagi Kirima, en carne y huego, en medio de la sala blanca, asintiéndole con la cabeza.
—S-senpai, ¿qué está…? —No necesitó terminar. Al momento en que preguntó, advirtió que ella tenía un cigarrillo en mano—. ¿¡Eso no es…!?
—Sí, bueno, ya sabes cómo es —dijo, sin hacer ningún esfuerzo por ocultarlo.
—Te atraparon, ¿no es así? Pero ¿por qué? Y ¿en un lugar como este?
—Como sea. —Nagi le dedicó una media sonrisa. Era muy impactante. Fue esta clase de impresión la que le hizo enamorarse de ella en primer lugar.
—Senpai… —Intentó seguir con sus palabras.
—Lo siento de nuevo por lo otro. —Lo interrumpió—. Sigo pensando que es mejor para ti de esta manera.
—Oh, no, eso es…
—¡Ah!, cierto. Oye, eras 1-D, ¿no?
—Sí…
—¿Eras amigo de Akiko Kusatsu?
Masami pensó que su corazón iba a salirle volando por la boca.
—Um, n-no realmente… —murmuró.
—¿La conocías? —Nagi le pegó la mirada.
—Salí con ella una vez.
—¿En una cita?
—¡No! Quiero decir, fue como… —dijo, luchando por formar una frase coherente.
Nagi le miró a la cara y volvió a sonreír.
—Eso no es lo que quería preguntar. ¿La has visto actuando de forma extraña últimamente?
—Bueno, sí. Supongo que sí.
—¿Cuánto tiempo?
—Unas… ¿dos o tres semanas?
—Eso coincide… —Se susurró Nagi.
—¿Eso coincide qué…?
—¿Hm? Oh, no importa —dijo Nagi evasivamente.
—¿Le ha pasado algo a Kusatsu? Si hay algo que pueda hacer para ayudar, senpai… —presionó.
—No, no es nada importante.
—Por supuesto que es importante. Digo, es algo deliberado, ¿no? —dijo, quitando el cigarrillo de la mano de Nagi.
—Eh, Saotome-kun —dijo Nagi, preocupada.
—Es algo lo suficientemente grande como para que te hagas suspender deliberadamente, ¿no? Déjame decírselo a los profesores.
—¡Ellos no harán nada! Los profesores no son más que esclavos asalariados —dijo fríamente.
Masami no podía discutirle a eso. Lo había sugerido precisamente porque tenía la misma opinión. Si dejaran las cosas en manos de los profesores, todo se olvidaría en poco tiempo.
—Entonces… —insistió Masami.
Nagi le agarró la mano y la sostuvo con fuerza.
—Gracias, pero no. Eres normal, y no deberías tener nada que ver con esto.
—Pero… —dijo mientras tres profesores hombres entraban en el baño de mujeres.
—¡Tú otra vez! —Le gritaron a Nagi.
Nagi no se mostró afectada.
—Um… —Masami trató de hablar con ellos, pero estos ni siquiera lo miraron.
Uno de ellos le quitó el cigarrillo de la mano, y dijo—: ¡Esto es una prueba! —Lanzándolo hacia Nagi.
Ella no dijo nada.
La llevaron a la oficina de orientación como un criminal buscado.
Masami la siguió, aparentando preocupación, pero uno de los profesores le dijo que volviera a su aula, así que solo vio cómo se iba.
No había nadie más alrededor, y el color de su cara se desvaneció lentamente.
—…
Desde el pasillo, escuchó que la puerta de la oficina se abría de golpe. Todo lo que Masami pudo hacer fue darse la vuelta y alejarse. No le quedaba emoción alguna en su rostro.
—…
Las palabras elegidas por Nagi seguían resonando en su mente. Ella había dicho: «coincide». Todo lo que él podía pensar era que coincidía con la primera chica que había «huido»: Takako Suzumiya.
Nagi sabía algo.
Algo demasiado cerca para que le sirva de consuelo.
—…
Su máscara se rompió por un segundo, dejando ver su verdadero rostro por debajo.
Sus ojos estaban marchitos, inhumanos, como un hombre que acaba de vagar por el desierto durante una semana sin agua y dejó que la arena se deslice por cada poro de su cuerpo.
⑤
—¿Nagi Kirima? ¿Por qué lo haría? —gritó Yurihara cuando escuchó la historia de Masami.
Estaban en los vestuarios de la piscina, donde afortunadamente nadie se atrevía a venir durante el invierno.
—No lo sé. Pero está claro que se ha enterado de algo.
Masami le dijo a Yurihara sobre Nagi a los seis días de su suspensión. Durante ese período, estuvo acechando a las chicas que habían planeado atrapar y matar. Rápidamente se hizo evidente que Nagi las estaba eliminando una tras otra; todas las amigas de la escuela secundaria de Akiko Kusatsu. Hoy, él la vio atacar a Kyoko Kinoshita, y hacerla prometer que nunca más tomaría drogas.
En las sombras de la escuela, estaba claro que ella fantaseaba al jugar a ser alguna especie de héroe.
—¿Por qué? ¡Si hicimos todo bien! —gritó Yurihara histéricamente.
—Sí, lo hicimos. Por eso aún no se ha enterado de lo nuestro —dijo en voz baja.
Pero por dentro él sabía lo precaria que era la posición en la que se encontraban.
Si hubieran tardado un poco en deshacerse de Akiko Kusatsu, Nagi seguramente habría deducido lo que le pasaba. Se salvaron por un pelo.
—No podemos matar a nadie más de la academia Shinyo. No nos conviene que ella sospeche que eres una estudiante de aquí.
—¿Por qué no la matamos y ya? —sugirió Yurihara.
—Aún no. No sé cuánto sabe o cómo se enteró. Necesitamos saber eso, al menos.
—¡Ella debe morir! ¡No dejaremos ninguna prueba! Y está loca; nadie se dará cuenta cuando desaparezca.
Era evidente que estaban en la misma clase. Yurihara conocía a Nagi demasiado bien.
—Pero sus actuales padres son muy ricos. Y ella tiene varios cientos de millones de yenes en el banco. Ella desaparece, y te garantizo que no será considerada como una fugitiva. Cuando el dinero se involucra, no se sabe quién saldrá de la nada. Así es como funciona la sociedad humana.
Yurihara permaneció en silencio. Miró al suelo, mordiéndose el labio, y luego susurró petulantemente:
—… ¿Es esa la única razón?
—¿Eh?
—¿Es la única razón por la que no matarás a Nagi Kirima? Hay otra, ¿no es así?
—¿De qué estás hablando?
—No me mientas, Saotome-kun. Estás enamorado de ella, ¿verdad?
Masami volvió la mirada hacia un lado.
—¿Po-por qué piensas eso?
—O ¿me equivoco? Estoy en lo cierto, ¿no? —preguntó mientras miraba hacia arriba, viéndolo fijamente.
—Yo…
Masami empezó a decir algo, cuando de repente…
—¿Qué estás haciendo aquí dentro, Ecos? —preguntó una alegre voz de chica, al tiempo que la puerta del vestuario se abrió.
Por las rayas de su uniforme, estaba claro que ella era de tercer año. Y una chica brillante y soleada.
—Um… ¿Ups? Es mi culpa, ¡lo siento! —dijo, rascándose la cabeza.
—¡Ah! ¡N-no es…! —gritó Masami, fingiendo que la chica los había pillado en medio de un momento romántico. Pero estaba bien. Ella no los había escuchado.
—¡Mea culpa, mea culpa! ¡Diviértanse, ustedes dos! —comentó ella, sonriendo. Visiblemente se sonrojó de la vergüenza mientras empezó a escabullirse por la puerta.
Pero en ese momento, el cuerpo de Yurihara se disparó hacia delante como una bala. Dejó escapar un silbido como una cobra rey, y hundió sus dientes en la parte posterior del cuello de la muchacha de tercer año.
Se oyó un fuerte crujido.
—¿¡Qu-qué!? —gritó Masami, intentando interponerse entre ellas, pero ya era demasiado tarde.
Había mordido a través de la columna vertebral de la chica, matándola al instante. Todo acabó antes de que la chica pudiera darse cuenta de lo que estaba pasando.
—¿¡Qué demonios estabas pensando!? ¡Te acabo de decir que no mates en la escuela! —gritó Masami, girándose hacia Yurihara.
Pero cuando le vio el rostro, su actitud cambió.
Estaba blanca como una sábana y temblando violentamente.
—¿C-cómo… es que está aquí? —gimoteó, con la sangre de su última víctima salpicando desde su boca.
—¿Qué quieres decir?
—¡Él! ¡Ecos! ¡Él está aquí!
—¿Quién o qué es Ecos?
—¡Mi «original»! ¡El hombre sobreevolucionado! —Se abrazó las manos al pecho, pero eso no detuvo su tembladera.
—¡M-mantén la calma! Puedes explicarlo después. Primero que nada, ¡tenemos que deshacernos de este cuerpo! —gritó Masami, mirando el cadáver de la chica. Viéndola más de cerca, Masami reconoció su rostro—. ¿Acaso es… Naoko Kamikishiro?
Era una de las pocas amigas preciadas de Nagi. Así fue como él la conoció. Nagi se había tomado un año libre en el instituto por enfermedad, pero estaba en la misma clase de Kamikishiro en ese entonces.
«¿Por qué la amiga de Nagi…? ¿Es solo una coincidencia? No, no podría serlo…».
Sintió como la última pieza caía en su lugar. Así como se hubieron deshecho de Akiko Kusatsu en el último segundo, nuevamente el destino les había dado una oportunidad desesperadamente necesaria.
—No te preocupes, Mantícora. Tenemos la ventaja de nuestra parte. —Sonrió, y con ambos brazos le cubrió suavemente sus hombros temblorosos.
—¿Eh? —preguntó mientras se volvía hacia arriba, y fue recibida con un cálido y atento asentimiento y una sonrisa luminosa.
◇ ◇ ◇
Llevaron el cuerpo de Naoko Kamikishiro a una habitación secreta en el sótano. Yurihara se inclinó sobre el cadáver y comenzó a deshacerse de las pruebas.
Mientras observaba, Masami sonrió.
«Me aseguraré de que sobrevivas a esto. Te lo prometo. Pase lo que pase conmigo…, lo valdrá».
La frase de una canción por la mente de Masami Saotome.
Por alguna razón, no era una canción de su amado grupo The Doors. Había olvidado el nombre exacto de la misma; era solo una canción que había escuchado en alguna parte y que apenas recordaba. Ni siquiera podía recordar la frase completa; solo un fragmento que resonaba en su mente como un disco rayado.
Era la canción de una banda que no era ni de lejos tan famosa como The Doors; eran una banda rara que se llamaba Oingo Boingo, que eran famosos por sus extrañas melodías. El nombre de la canción era «No One Lives Forever». ¹
La alegre melodía —que bien era como música pop— no concordaba con el siniestro nombre, ni con la letra llena de sangre. Masami comentó a cantar en voz baja:
… No one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one, no one…
Su sonrisa se mantuvo constante hasta que el resto de la frase volvió a él:
—… lives forever.
La sonrisa contenía más que le resplandor de alguien dispuesto a sacrificar su vida por el objeto de sus afectos, había un indicio de maldad y también un profundo placer personal.
Delante suyo provino un sonido como el viento silbando a través de una grieta en la pared, mientras el comehombres consumía a la muchacha.
Notas:
1– «Nadie vive para siempre», en inglés.